Ocurrió cuando España no era lo que hoy. En esa fase en la que los cuartos de final eran como el castigo de Sísifo. Va pasando el tiempo y se hace mayor, pero ese tipo de goles nunca se olvida.
Fue una actualización del gol de Señor ante Malta, un entremés de la locura que supondría una década después el de Iniesta. Hubo quien saltó en el sofá, quien perdió los papeles, quien no lo creía. Alfonso, goleador reputado de la época, anotó el gol más festejado de su carrera. A nadie a la vez hizo tan feliz como aquel día.
Nos situamos en la última jornada del grupo C de la Eurocopa francesa. El árbol había nacido torcido tras caer contra Noruega y sufrir lo indecible para batir a Eslovenia. Lo que se suponía un grupo fácil fue una pesadilla para José Antonio Camacho y los suyos.
Era un 'win or go home', que dicen en la NBA. Y Savo Milosevic, enemigo íntimo, lo puso todo más difícil con el 0-1. Y la victoria final tuvo tres triunfos previos, porque por tres veces llegó a ir por delante la extinta república yugoslava.
Kmoljenovic y Govedarica insistían en eliminar a España, Alfonso, Munitis y Mendieta (este penalti, y en el 90') sacaban el desfibrilador. En el cuarto minuto de prolongación, como se escriben las historias épicas, Guardiola colgó un balón, Urzaiz lo peinó y Alfonso apareció para conectar una volea mordida con la zurda que puso bocabajo todo un país.
Todos nos vamos haciendo mayores. Ese mítico gol, de los imborrables en el recuerdo de la España contemporánea, sigue permaneciendo eterno.
#MiMomentoFútbol el gol de Alfonso contra Yugoslavia en la Euro de en el Jan Breydel https://t.co/hmqzPG9Rik
— PBelloso (@orackl3) 3 de mayo de 2013