33 disparos, once a puerta. 22, rechazados o fuera del arco. Tres de ellos, repelidos por el poste, dos a Benzema y uno a Modric tras rebotar el balón en el cogote del portero rival.
A esos 33 disparos hay que sumarle otros dos, los de los goles anulados a Benzema y Casemiro. Un asedio en toda regla.
El Madrid fue un rodillo arriba, pero un rodillo sin acierto, al que la fortuna no acompañó. Sólo así se puede explicar que de esa treintena de disparos únicamente dos terminasen tras la línea de gol.
Gran parte de culpa la tuvo Ali Khaseif, el portero del Al Jazira durante la primera parte y los primeros minutos de la segunda. De las 9 paradas, la inmensa mayoría fueron suyas
Resulta sorprendente que el Al Jazira, para haber estado casi 90 minutos defendiéndose como un gato panza arriba, sólo cometiese 8 faltas, y que únicamente una fuera sancionada con amarilla.
También es destacable, y dice mucho de la defensa 'merengue', que Romarinho y compañía únicamente cayesen en un fuera de juego en todo el partido, para ser un equipo que jugó al contragolpe todo el rato.
Los blancos, hoy de negro, disfrutaron de 19 goles. Casi una veintena de ocasiones desperdiciadas, pese a tener grandísimos rematadores sobre el césped, como Cristiano Ronaldo.
Y, pese a todo, la posesión fue para el Madrid, pero no a unos niveles escandalosos. No llegó al 70%, por poco, pero no lo hizo. Viendo el partido daba la sensación de que el dominio era absoluto y próximo al 80%, pero nada más lejos de la realidad. El Al Jazira disfrutó poco de la pelota, pero más de lo que parecía.
Decía el antiguo 'spot' que la potencia sin control no sirve de nada, y el Madrid lo ha demostrado, a su manera. El abusar de tu rival y someterle de nada sirve si no plasmas tu innegable superioridad en goles.
Porque la realidad es clara: el Madrid realizó 33 disparos y ganó por la mínima y sufriendo como pocas veces le han hecho sufrir, sobre todo por la categoría del rival.