El Betis necesitaba esta victoria en casa que le diera moral y confianza. El Leganés fue un rival digno de principio a fin, pero se topó con un Joaquín que tuvo siempre el mismo objetivo en la cabeza: darle una alegría a su afición.
Y la hinchada se lo agradeció cuando fue sustituito en el minuto 72 cuando ya había hecho todos los deberes y se había quedado a gusto después de tener que ser el sacrificado del duelo con el Valladolid.
Rubi sabía que Joaquín tenía una cuenta pendiente y lo puso en el once. El portuense tiró de galones, de experiencia y de capitanía para hacerse grande en el medio y ser uno de los pilares en la construcción.
De hecho, él mismo fue el que armó la jugada de los dos goles que llevaron al Betis a sumar de tres. Porque a Joaquín todavía le queda mucho fútbol por delante y en esta temporada, por si es la última, va a dejarse hasta el alma.
"Hay una buena plantilla y no hay que renunciar a nada. Hay entrenador nuevo y aquí gusta el fútbol y e larte. Esa identidad no se puede perder", dijo.