60 minutos de fútbol y dos amarillas en cuestión de segundos. Eso ha sido el partido de Rami ante el Málaga. Lo normal es que hubiera terminado (si no se le fuese la cabeza y cometiese una segunda falta digna de amarilla), pero el francés no tuvo su día.
En lugar de aceptar la amonestación, resignarse y seguir jugando, protestó. Protestó mucho y muy fuerte. Protestó a un nivel que a Clos Gómez le pareció suficiente para mostrarle la segunda amarilla de manera inmediata.
Y a la calle. Y el Sevilla, con un hombre menos media hora de partido. Para colmo, gol de Sandro cuatro minutos más tarde. El Sevilla tenía una renta de 4-0 en ese momento, pero seguro que a Sampaoli no le hizo ni pizca de gracia.