El Manchester City recibía al Chelsea sabiendo que un triunfo le haría campeón matemático de la Premier. Era, por tanto, mucho más que un ensayo de cara a la final de la Champions. Ensayo que emborronó Agüero y que fue para el Chelsea.
El duelo tuvo la intensidad que siempre acompaña a la Premier League. Los estilos de Guardiola y Tuchel, aunque contrapuestos, nos brindaron un espectáculo vibrante, con ocasiones prácticamente desde el primer minuto.
El Manchester City quiso llevar la iniciativa desde el principio, y enfrente se encontró con un Chelsea que desplegó su habitual fútbol físico: elevada presión y fortaleza defensiva.
En consecuencia las llegadas de verdadero peligro no fueron numerosas, pero la acción siempre merodeaba las áreas, bien por insistencia en el caso de los locales, bien a la contra en el de los visitantes.
Agüero parecía enchufado, dispuesto a marcar para igualar a una leyenda como Wayne Rooney como el máximo goleador de la Premier para un único club. Enfrente también estaba animoso su homólogo Timo Werner, tan omnipresente como poco acertado.
El alemán quería estar en todas. Iba de una banda a otra y sus compañeros le buscaban siempre al desmarque. Y también se apuntaba a cazar en el área los balones sueltos. Así marcó el primero de sus dos goles anulados, estando en un fuera de juego clarísimo, eso sí.
El ritmo del juego oscilaba. Subía, bajaba y, en la recta final, volvió a subir. El City pisó el acelerador y se adelantó al filo del descanso. Una acción que arrancó por la banda, que se convirtió en un regalo para Agüero, pero al Kun se le fundieron los plomos en el punto de penalti por primera vez hoy.
Controló mal, se le fue largo y apareció de la nada su compañero Sterling para remachar la acción antes de que Reece James le robase la pelota. Providencial intervención que no gustó a Agüero, pero que le evitó un bochorno.
Bochorno que él mismo se buscó un minuto más tarde, cuando eligió intentar transformar un claro penalti de Gilmour a Gabriel Jesus chutando a lo Panenka. La recta final del primer tiempo amenazaba con ser un calvario 'blue', con el gol de Sterling, la lesión en esa jugada de Christensen y el penalti de Gilmour a raíz de la ausencia del danés...
Pero no. Mendy no picó, se recompuso y atrapó el esférico, para desolación del argentino y rabia de Guardiola, que se puso hecho una furia con su jugador por desperdiciar tan clara ocasión de gol.
Y como en el fútbol el que perdona, lo paga, el Chelsea se puso manos a la obra para hacer pagar su clemencia al City. Salió algo más agresivo al segundo tiempo, y tras un tímido intercambio de golpes, que sirvió para que, entre otros, Ziyech entrase por fin en calor, empató el partido.
Fue precisamente el marroquí quien igualó la contienda. Rodri, director de orquesta del City, perdió el balón en la medular, escorado a banda, y el Chelsea salió a la contra. Buena triangulación, centro de Azpilicueta y remate de Ziyech desde la frontal, ajustado al poste, imposible para Ederson.
El gol, como el anterior, fue un mazazo para el equipo receptor. El City hizo aguas, y el Chelsea merodeó el segundo. Tuchel movió ficha para refrescar su medular, y Guardiola hizo lo propio con un doble cambio que influyó menos de lo que el de Santpedor hubiera deseado.
En la recta final empezó a verse que el cántaro había ido ya demasiadas veces a la fuente. El City había tenido en su mano el partido, pero el Chelsea había llegado mejor a la recta final.
En dos minutos, dos goles anulados, uno a Werner y otro a Hudson-Odoi, el tercer cambio de Tuchel. Aquello metió el miedo en el cuerpo al City, que se puso a apretar en los últimos cinco minutos a su rival, un Chelsea que parecía fatigado.
Pero no hay equipo que sepa hacerse el muerto como este de Tuchel. Se descuidó el City y en el segundo minuto del alargue, Werner conectó con Marcos Alonso y el carrilero español remontó la contienda para los 'blues'.
El ensayo general resultó vistoso, y satisfactorio para un Chelsea que arrebata la tercera plaza al Leicester. El Manchester City tendrá que esperar para proclamarse campeón de la Premier League, aunque este mismo domingo podría serlo si el Aston Villa se impone a sus vecinos de Old Trafford en Birmingham.