Hay gente con ángel. Jose Mourinho, tipo agrio y de fútbol poco seductor, no puede presumir de ese carisma, pero sí de flor. Es innegable su capacidad para ganar duelos importantes. Este no era una final, pero tenía sabor a ello por el nivel de los contendientes. El último silbido dejó caras de título, euforia y desencanto a espuertas.
Los biorritmos del partido lo acentuaron. Porque el Tottenham, alegre y ambicioso, vio cómo sus virtudes fueron devoradas por la bisoñez y las ansias. El United, rácano y asustadizo, encontró petróleo con apenas dos prospecciones ofensivas.
La semifinal se ganó como se ganan las finales, apareciendo en el momento decisivo. El tanto de Dele Alli a los tres minutos parecía un buen rejón sicológico; nada más lejos de la realidad.
A los puntos, los de Pochettino volvieron a mostrar más automatismos, frescura y generosidad. El United, deslavazado y con las piezas algo dispersas sobre el tablero, se metieron en al final sin merecerlo. La justicia no sólo es ciega, es que no le gusta el fútbol.
A los 'spurs' se les repitió la pesadilla de la Juventus, fue una tarde muy similar. Empezaron ganando para acabar preguntándose cómo habían perdido.
Se abrió el grifo
Dele Alli había marcado en un tanto de tres toques en 90 metros. Balón largo de Sánchez, centro de Eriksen y remate a bocajarro del joven internacional. Y, aunque recién empezado el choque, ya era justo.
Pogba, con aires reivindicativos, exprimió a tope lo que mejor hizo en el choque, robar una bola en la presión que convirtió en centro medido para Alexis. La cabeza del chileno salvaba la de Mourinho.
Curiosamente, el partido de ida y vuelta que se imaginaba para el final lo fue para los últimos 15 minutos de la primera mitad. En ella pudo pasar de todo, pero siempre con la portería de De Gea en la diana.
La reanudación y la cara que había gastado Mourinho hasta el descanso dejaban claro que hubo bronca seria. El United se ordenó mejor atrás, aunque siguió atacando sin patrón.
Pero una fuga y un ataque atropellado acabó en los pies de Ander Herrera. No hizo el tiro de su vida; no hizo falta ante uno de los peores movimientos de Vorm en su carrera. Los focos le enfocaban el día de la suplencia de Lloris y no respondió a la expectativa; el cuero entró por el centro.
Sin reacción
Los de Pochettino, que ya habían evidenciado falta de chispa, se ordenaron con tres defensas atrás. Y aunque apenas recibieron contragolpes, tampoco encontraron mucha finura en sus disparos. La épica le esperaba porque el choque duró 97 minutos, pero Wanyama, en la ocasión más clara, ni siquiera conectó bien la cabeza.
Con Kane en el césped pero no en el partido y Son viendo cómo se iba apagando su estrella, la ausencia de líderes ofensivos volvió a frustrar a Pochettino, de nuevo ahogado en la orilla de haber hecho grandes cosas este año.