Fue como un calco del choque ante el Bayern de 2013. Una pesadilla que los azulgranas creían haber olvidado para siempre, pero que se reprodujo de manera cruel para los 'culés' en pleno San Valentín. Entonces, el Barcelona tuvo la excusa del estado físico de Messi y la enfermedad de Vilanova, pero ante el PSG las excusas se agotaron.
Y no fue porque el equipo no hubiera avisado en lo que va de temporada. Los azulgranas han vivido en el alambre en esta campaña y hasta ahora siempre habían sido salvados por los elementos (nótese: Messi, Neymar, Suárez y Ter Stegen). Pero, a excepción del alemán y del brasileño, las grandes estrellas del equipo 'culé' no aparecieron en el Parque de los Príncipes.
Capítulo aparte merece la actuación de André Gomes. El portugués fue el elegido una vez más por Luis Enrique en detrimento de Rakitic, pero los 'culés' siguen dando vueltas tratando de descubrir qué vio la secretaría técnica azulgrana en el jugador luso para desembolsar 40 millones de euros por su fichaje. Lo cierto es que Busquets e Iniesta, que no estuvieron en el mejor estado físico, tampoco le acompañaron. Y el centro del campo del Barcelona, lo que un día fue su gran arma, no existió.
Y, sin centro del campo, el PSG campó a sus anchas. Si ante el Bayern el Barcelona fue golpeado una y otra vez en el balón parado, el equipo galo basó su estrategia en una presión asfixiante y un contragolpe veloz para desarmar a los de Luis Enrique.
El planteamiento de Emery fue excelso por fin ante el Barça, su gran bestia negra, pero el primer tanto acabaría llegando en un lanzamiento de falta perfecto de Di María. Antes, Ter Stegen ya había mantenido a los suyos con vida con dos paradas de mérito que no hacían justicia a lo visto en el terreno de juego.
Aún tuvieron una ocasión los azulgranas de cambiar el destino del choque, pero el fallo de André Gomes en el mano a mano con Trapp acabó de hundir al Barça y de lanzar al PSG, que se creyó que la goleada era posible y que la clasificación a los cuartos podía quedar sentenciada en una noche mágica.
Antes del descanso, Draxler, que jugó como quiso con Sergi Roberto durante todo el partido, recogió una excelente asistencia de Verratti y la transformó en un golpeo imparable para Ter Stegen. Como ya hiciera con el Wolfsburgo ante el Madrid hace un año, el alemán fue de los mejores de su equipo y demostró por qué es uno de los mejores mediapuntas de la actualidad.
Tras el descanso, más.
Luis Enrique no tocó nada en el intermedio -y eso que hacía falta- y el PSG no se echó atrás como hubiera cabido esperar. En una acción en la que el equipo parisino sacó el balón jugado desde atrás y el Barcelona persiguió sin inmutarse el esférico por todo el campo, Di María redondearía su actuación con un golpeo espectacular desde la frontal ante el que nada pudo hacer Ter Stegen.
Era el tercero, pero es que cada contra era un cuatro contra cuatro para la defensa del Barça, porque en el equipo de Luis Enrique ya no defendía nadie. Cavani, que había estado algo fallón, arregló su actuación firmando el cuarto en un nuevo contragolpe preciso de los franceses en el que ya llegó tarde hasta Piqué.
Mejoró entonces el Barcelona. Curiosamente como le pasó hace cuatro años en Múnich, pero fue demasiado tarde hasta para haber forzado un gol que hubiera dado algo de vidilla a la eliminatoria.
El 4-0 se antoja una losa insuperable para un Barcelona que parece más pendiente de acabar la era Luis Enrique para empezar con un nuevo técnico que de reconstruir una plantilla de lo más desequilibrada y que cada día que pasa recuerda más -curiosidad, otro símil- al último año de Rijkaard en Barcelona.