Tal vez por ser la primera vez que competía en una Fase de Clasificación al margen de sus vecinos de Eslovaquia, ya como nación independiente, sorprendió la clasificación de la República Checa a la Eurocopa de 1996.
Apenas repetían nombres del mítico equipo que disputó la fase final del Mundial en Italia, seis años antes. Acabó la Guerra Fría y también en el combinado nacional checo quisieron escribir un antes y un después para siempre.
La gloria ya no la escribían los Luhovy o Chovanec. Había nuevos nombres como Kouba, Poborsky, Nedved, Bejbl, Kuka, Smicer o Berger, que, sin saberlo, iban a conquistar Inglaterra y todo el fútbol europeo ese mismo verano.
Porque, aunque la República Checa no ganara aquella Eurocopa, iba a ser la gran triunfadora de la edición. Llegó a Inglaterra sin hacer mucho ruido y fue finalista, sólo derrotada por Alemania y aquel histórico 'gol de oro' de Bierhoff.
Probablemente sea más recordada la generación de los Jankulovski, Koller o Baros que vino después, pero todo empezó aquel verano de 1996 entre varias pintas de cerveza y en campos míticos como el hoy derribado y reconstruido Wembley.
La generación de los Nedved, Poborsky, Berger...
Aquella generación la capitaneó Patrik Berger. El mediapunta jugaba en el Borussia Dortmund y era probablemente el futbolista más conocido de los 22 que viajaron a suelo británico. Sin embargo, aunque sus grandes actuaciones le llevaron al Liverpool, todo el mundo se fijó en el fútbol eléctrico del extremo Karel Poborsky y en la extraordinaria calidad técnica de Pavel Nedved, el que más lejos llegaría de todos.
Dirigidos por Dusan Uhrin, los checos cayeron en el 'grupo de la muerte', con Alemania, Italia y Rusia. Y eliminarían a los italianos, a pesar de perder en su primer partido, en Old Trafford, ante Alemania (2-0, goles de Ziege y Möller).
Los checos saltaron a las portadas con el triunfo ante los transalpinos. Aquel 2-1, con goles de Nedved y el luego atlético Bejbl, les dio todas las opciones del mundo para la última jornada, en horario unificado.
Mientras Italia y Alemania empataban sin goles, el 3-3 de los checos ante Rusia les permitió acceder a los cuartos de final gracias a la victoria ante los italianos en la segunda jornada. Rusia, ya eliminada, levantó un 0-2 (Suchoparek y Kuka), pero Smicer, en el 88', hizo el 3-3 que eliminaba a Italia y clasificaba a la República Checa.
En cuartos de final, los de Uhrin eliminaron a Portugal con un tanto de Poborsky, que fue a más en las eliminatorias por el título. Francia, con los Zidane, Djorkaeff, Desailly... aguardaba en semifinales, pero la suerte de los penaltis colocó a la República Checa en la final.
A un paso de repetir lo de Dinamarca
Aquel histórico día, los checos soñaron con el título desde el principio. En un partido igualado, Patrik Berger adelantó a la República Checa a media hora del final y parecía que la historia se repetía con Alemania y un 'outsider', como cuatro años antes con Dinamarca.
Sin embargo, Bierhoff, un sustituto de última hora, empató a menos de 20 minutos del final y el partido se fue a la prórroga, donde tuvo lugar el histórico 'gol de oro' del punta del Udinese.
La victoria no hizo daño al equipo checo, que vio cómo ese mismo verano Sparta y Slavia colocaban a varios de sus mejores hombres en la élite europea. Kouba se fue al Deportivo; Suchoparek, al Estrasburgo; Nedved, a la Lazio; Poborsky, al Manchester United; Bejbl, al Atlético; y Smicer, al Lens.
Desde entonces, la República Checa sólo ha vuelto a Inglaterra en dos ocasiones, para sendos amistosos en 1998 y 2008. Es la primera vez desde aquel esplendoroso verano de 1996 que los checos viajan para jugar un partido oficial y seguro que el aroma de aquella generación perdida motiva a un equipo que necesita reencontrarse y lleva años lejos de su mejor versión. Wembley, para empezar y aunque sea un campo distinto, seguro que les trae grandes recuerdos.