Estaba llamado a heredar el peso del fútbol turco. A ser exponente de una nueva hornada y bandera de su selección. Arda Turan, el tipo con cara de chico malo y fútbol mágico. Ahora no le funciona la varita. Y la cara se le ha agriado más. Un talento libre al que ahora amenazan las rejas de prisión.
Llegó al Atlético de Madrid sin muchas referencias y se machó vilipendiado por su afición, acusado por ese 'pecado' de los jugadores por querer medrar en sus carreras. Si no se le perdonó que se fuera fue porque se quería como a un hijo más. Hasta había nacido una suerte de religión, el 'ardaturanismo'.
Pero ahí Arda estaba en la cúspide de su carrera. Pasó por el torno de Simeone para terminar de catapultarse. Con él aprendió a correr y a esforzarse para no ser solo talento errático. Por eso Luis Enrique le echó el ojo para el Barça. Y, claro, los flashes del Camp Nou atraen a cualquiera.
Con tres títulos nacionales y dos internaciones (para ganar algunos de ellos tuvo que hacer la faena precisamente al Barça) en el bolsillo, nadie dudaba de los 34 millones que pagaron los catalanes por él. Sin embargo, el trampolín hacia la gloria fue un empujón hacia el abismo.
Principio del fin
Primero, porque la sanción de la UEFA al Barça ralentizó su debut seis meses. Un lastre que nunca le hizo entrar en combustión. Tras un par de veranos con la cantinela de transferible, en enero de 2018 se le cedió al Istambul Basaksehir; no había modo de buscarle acomodo en otro sitio.
Prácticamente recién llegado, cometó el error que puede purgar ya de por vida: una expulsión que le hizo perder los papeles, con insultos, amenazas y hasta un empujón al colegiado y que le costaron 16 encuentros de sanción que todavía anda cumpliendo.
Quizá enloquecido por no sentirse realizado en las canchas, hace unos días fue protagonista de un altercado en una discoteca que acabó con la agresón a un cantante y hasta el uso de una pistola. El resultado es puede ir a la cárcel.
Porque se le acusa de delitos de acoso sexual o tenencia ilícita de armas, entre otras cuestiones. Entre 3 y 12 años de prisión le pide la Fiscalía de Estambul. Y, para colmo, se le investigará también una presunta colaboración con un grupo golpista al que el gobierno turco tiene tipificado de terrorista.
Cedido aún por el Barça para lo que queda de temporada y la siguiente, sus días de fútbol parecen condenados. Y esa es la mejor de las condenas que podría sufrir. Tanto brillaba su estrella que acabó prendiéndole fuego a sí mismo.