Los nervios se apoderaron de un partido en el que cada acción era un punto de sufrimiento para cada equipo. Timorato en los primeros minutos, todo cambió a raíz de la expulsión de Bradaric y que acabó con el gol de Aspas.
Entendió Munuera Montero que el centrocampista del Celta llevó los tacos demasiado arriba. Provocó la ira de un Balaídos que vio cómo, en diez minutos, se enseñaron hasta otras cuatro amarillas.
El Leganés, con un hombre más, comenzó a tocar el balón y buscó la portería de un Rubén Blanco que se hizo gigante bajo la portería. Sostuvo el arquero al Celta durante una primera mitad caliente.
Aguirre, que jugaba su primer partido sin Braithwaite, se encomendó a un Óscar que metió tras el descanso y que estuvo cerca de irse a vestuarios. Le enseñó la roja Munuera Montero por una acción en la que no dio a Olaza, pero tras la revisión del VAR se quedó con la amarilla.
La relajación al ver cómo no se quedaba con '10' lo pagó caro el Leganés, que en la falta posterior vio cómo Aspas, totalmente solo en el primer palo y con un balón tocado, marcaba el tanto que daría vida a un Celta que firmaba con sangre el empate.
Comenzó ahí un nuevo partido. Balaídos, volcado en la defensa del fortín, rugió para empequeñecer a un Leganés al que le faltó la picardía de Braithwaite y en el que Carrillo no llegó al nivel del danés.
Aparecieron los entrenadores para ser importantes en el partido. Òscar García reforzó el centro del campo, quitó a Smolov y permitió a Aspas, en los últimos minutos, llevarse la ovación. Aguirre, por su parte, se quitó el corsé de los cinco defensas para volcarse en el área de Rubén Blanco.
Pudo respirar el Celta una vez Munuera Montero pitó por última vez en el partido. Tres puntos vitales que le vuelven a sacar del descenso, confirma el buen momento celeste -siete de los últimos nueve puntos- y hunde un poco más a un Leganés al que se le escapa algo más la salvación.