El titular de esta crónica es una cita más que manida. La pronunció Rudy Tomjanovich tras ganar el anillo del año 95. Tras una temporada pésima, con resultados negativos, declaraciones y malos rollos varios, teniendo que jugar contra los mejores equipos del curso en semifinales y finales de conferencia, después de varios milagros en forma de remontada, los Rockets repitieron victoria en la NBA. Tomjanovich hizo historia sin saberlo. Su "never underestimate the heart of a champion" rodeado de periodistas es iconografía del deporte.
El corazón del Atlético es el de un equipo que puede parecer muerto, matado y rematado, pero ni metido en un nicho es de fiar. El Atlético de Madrid presume de creer siempre, nunca rendirse, dejarlo todo y más en el campo. Eso dice su propaganda; para gozo del Cholo, también lo ratifica su juego. El Liverpool lo padeció esta vez.
En una de las temporadas más irregulares y extrañas de la era Simeone, acaso la peor desde que el argentino se hizo cargo de su querido Atleti, el cuadro 'colchonero' va y gana al todopoderoso Liverpool, arrollador en Premier League, en donde todavía no sabe lo que es hincar la rodilla y con marchamo de conjunto invencible. No hubo ese Liverpool en un campo que hace pocos meses le coronó como rey de Europa. No hubo ese Liverpool porque de ello se encargó otro equipo ganador como es el Atlético de Madrid, que anuló uno a uno a los hombres de Klopp. Solo Firmino se sale del tono gris mostrado por el bloque 'red', que en la noche madrileña jugó precisamente de un color grisáceo, casi negro. Premonitorio.
Firmó una actuación fabolusa, un espectacular ejercicio de solidaridad que no fue en detrimento del ataque, ya que Morata las tuvo, Lodi las tuvo, Vrsaljko las tuvo, casi la tuvo Costa... En el Liverpool, Salah y Henderson anduvieron cerca del emoate, a pesar del fútbol a trompicones del Liverpool, perdido en un Metropolitano que a ratos pareció el Calderón.
Inicio sorpresa
Metió Simeone un equipo para atacar y esto sorprendió al Liverpool, al que le costó cogerle el pulso al partido. Mientras los ingleses aún se preguntaban que dónde estaban, el Atlético metió la tercera que tuvo. Y en el minuto cuatro de encuentro. Tras dos centros peligrosos, el segundo una bomba inteligente que Morata no cabeceó por poco, Koke la puso al área en un córner, Van Dijk no despejó, Wijnaldum se dio una vuelta como una peonza y por allí rondaba Saúl, que la metió por debajo de Alisson. 'Clutch player' Saúl, 'Clutch City' se llama el documental que cuenta la gesta de aquellos Rockets.
Hubo que esperar para que el Liverpool diera noticias en ataque, disipado en el bosque de piernas del Atlético, que iba a cada balón como los niños se tiran a por la pelota en el parque. La diferencia es que en los 'colchoneros' hay guerreros de cuchillo en boca que arreglarían conflictos bélicos en dos segundos. Lo de Savic y Felipe pasa directamente a las videotecas de las mejores exhibiciones defensivas de siempre.
El Liverpool tuvo mucho más la pelota que su rival (27% de posesión contra 73% del conjunto visitante), pero ambos tiraron casi lo mismo (siete a ocho). La diferencia es que Oblak no tuvo que ponerse la capa nunca, ya que el Liverpool ni tiró a puerta. Dos veces lo hizo el Atleti, y una fue a gol.
Un rato le llevó al Liverpool darse cuenta de que estaba por debajo; por entonces el Atlético había activado el modo supervivencia. Hizo el equipo de Klopp lo que sabe, que es detectar grietas desde tres cuartos, con dos lanzadores tremendos como son Robertson y Alexander-Arnold, aunque ninguno destacara por su eficiencia en esta ocasión.
A arreones logró dar un paso adelante el Liverpool, mientras que el Atleti lo sacaba todo y además salía a la contra con peligro. En una de esas, con Van Dijk aún pensando en el Balón de Oro que no le dieron, Morata disfrutó de un balón para el 2-0. Despejó mal el neerlandés y el madrileño se topó con Alisson. Poco antes, Robertson maniobró en el aire para mandar a córner un peligroso centro de Lodi. Porque Lodi fue un delantero más, a pesar de que en defensa pareció tener diez pulmones. Percutió y percutió, clave para que el Atlético generara peligro y se estirara, para atacar y además ganarle minutos al reloj y metros al rival.
Tras la de Morata, Salah se encontró con un regalo de Oblak, quien echó el balón al egipcio y este pasó a Firmino para que lo dejara solo en boca de gol. No subió al marcador porque el brasileño estaba en fuera de juego previo. Con su clásico bombardeo, y Firmino interpretando que donde hacía más daño era saliendo de las órbitas de los centrales, el Atlético se encapsuló alrededor de Oblak. Salah pudo hacer el empate, pero antes de darse cuenta de si su tiro iba a gol Savic ya lo había mandado a córner.
Resistió el Atlético, se trabó el Liverpool
La segunda parte empezó como la primera, con Morata no llegando por un pelo a un balón largo. Lo despejaban todo los centrales, se daban bocados en el centro del campo, pero casi manda al traste Salah el plan del Atlético si hubiera metido un balón de cabeza que se le fue por un palmo.
Entre el 55 y el 75, los de Klopp jugaron sus mejores minutos y sufrió el Atlético, obligado por el físico y la cantidad de recursos de los que dispone el Liverpool a mantenerse alrededor de su portero. A cambio, despachó un ejercicio de solidaridad defensiva imponente. Solo Henderson (y en fuera de juego previo) causó inquietud con una volea que se marchó a la derecha.
Antes de aquello, con el Atleti en busca del zarpazo definitivo, Morata mandó a saque de banda un balón franco con el que podía controlar y colocarla. Se resbaló el delantero para desesperación de un Simeone que jaleaba a sus masas. Rugió el Metropolitano, enmudecía el Liverpool
No se resbaló el Atlético en ningún momento hasta el final, que completó hasta la conclusión un fabuloso partido frente al Liverpool, que solo había perdido ante el Nápoles en lo que va de curso. Nunca subestimen el corazón de un campeón. El del Atlético lo es.