La vida es un ciclo. Hasta las canciones rompediscotecas lo cantan. El Bayern pudo echar el cierre al suyo ante un Liverpool hambriento y, sobre todo, joven. El gigante de hierro se ha oxidado. Ribéry, Robben, Neuer, Boateng, Hummels, Rafinha... Los que volaban en 2013 ya no son lo que eran. Son legendarios, pero no eternos.
Algunos de los citados ni jugaron. Sí lo hizo Ribéry, quien pudo haber jugado su último encuentro europeo con el equipo bávaro. Honores al francés, seguramente uno de los mejores de la última década. La Champions le ha pasado por encima, como por encima le pasó el Liverpool al Bayern.
Y no necesitó siquiera de una versión superlativa. Con Mané arriba y Van Dijk atrás, el conjunto 'red' se bastó para lograr una victoria histórica en tierras bávaras. No acostumbran los ingleses en ganar en Múnich: lo hizo el Norwich en el 93 y para de contar.
El Bayern llegó a la vuelta con mucha vida porque logró imponer su ritmo cansino en la ida. En Anfield no se jugó a la velocidad supersónica que adora Klopp. Tampoco es que en Múnich se viera show atlético. Pero el Liverpool encontró pista para morder.
Klopp tenía claro que su equipo debía volcar su ataque por el sector izquierdo, en donde estaba Rafinha, con pocos minutos este año y encima de uñas con Kovac. Por ahí apareció Mané, también Robertson. La baja de Kimmich, todo un boquete para el Bayern.
Hasta los contratiempos soplaron a favor del Liverpool: se lesionó Henderson y entró Fabinho, más clarividente con la pelota en los pies. Los primeros 25 minutos fueron de bostezo. En el 26, llegó el golpe de Mané.
Van Dijk la colgó a su zona, la peleó Mané con Rafinha, salió Neuer a tapar su posible disparo y lo que se encontraron los jugadores del Bayern fue el giro del senegalés, más listo y rápido que los demás. En lugar de disparar de primeras, se dio la vuelta y definió picadita con la zurda.
El gol no deprimió al Bayern, aun necesitando dos goles. Javi Martínez se descolgó en busca de algún remate, Gnabry percutía por la derecha y James intentaba ponerle sello a la pelota. Neuer evitó antes del empate un gol de Robertson. La jugada siguiente fue un autogol de Matip: centró Gnabry y el defensa 'red' la metió donde no quería.
Tras el descanso, mismo plan. El Liverpool merodeando el área de Neuer y el Bayern peleando contra su rival y contra sí mismo y el tiempo. Perseguían sombras los alemanes, que no obstante soñaron con el milagro cuando Lewandowski se quedó a un centímetro de anotar el segundo. El centro raso se paseó por delante de Alisson.
Metió Kovac a Coman en busca de velocidad y algún zarpazo, pero el Liverpool finiquitó con un cabezazo imperial de Van Dijk. Saltó más que nadie en un córner que segundos antes pudo ser el 1-2 de no ser por Neuer.
Mané, en el 84, sentenció el encuentro y la eliminatoria al rematar en el segundo palo y precioso y venenoso centro de Salah con el exterior.
El Liverpool es un proyecto que apenas nace y que ya en 2018 se metió en una final de Champions; el del Bayern ha bajado el telón tras muchísimas funciones gloriosas.