Cada 11 de septiembre, en Chile no pueden evitar echar la vista atrás y recordar días difíciles para el pueblo. El golpe de estado dio inicio a una dictadura de Augusto Pinochet en la que se superaron las 2.200 ejecuciones, las 1.200 desapariciones y las casi 30.000 personas que fueron apresadas y torturadas por razones políticas.
El fútbol, como buen reflejo de la sociedad que es, no escapó a aquellos duros momentos. El estadio Nacional fue el claro ejemplo, un lugar que pasó de ser escenario de grandes espectáculos del balón a hacer las veces de campo de prisioneros.
Dicen que el que olvida su historia está condenado a repetirla. Por eso, en unas de las tribunas del recinto se puede encontrar un homenaje a aquellas víctimas, aquellos ciudadanos que pasaron de aplaudir goles en el graderío a vivir auténticas barbaridades con las áreas y porterías como castigo.
Con la dictadura ya impuesta, llegó el momento de que el Nacional volviese a albergar partidos. Aunque hubo uno que nunca existió.
La URSS tenía que visitar el país chileno para disputar la vuelta de la eliminatoria de clasificación para el Mundial de Alemania de 1974. La ida acabó sin goles en Moscú, pero los soviéticos se negaron a viajar a Santiago para la vuelta debido a la situación que vivían los sudamericanos.
Chile saltó al campo, marcó un gol sin rival alguno ante 15.000 espectadores y cumplió con lo que le exigían las autoridades futbolísticas. Minutos después, Santos se enfrentó a la 'Roja' en un amistoso en el que los brasileños golearon (5-0) a una extrañada selección.