Tras varias malas experiencias, el calvario llegó a su fin para Adrián Martínez. Una historia de superación y apatía, en la que cuando todo parece que puede ir mal, va a peor. Y entonces apareció el fútbol.
Con 21 años y trabajando de basurero, el ahora delantero de Libertad sufrió un grave accidente que le dejó secuelas en su brazo derecho. Inhabilitado para trabajar, fue despedido sin cobrar indenmización.
Un poco más tarde, su hermano, que por aquel entonces tenía 16 años de edad, sufrió tres disparos por parte de unos vecinos. Sobrevivió, pero miembros del barrio la tomaron con el verdugo y le quemaron la casa.
A los pocos días, un grupo de policías se presentaron en su domicilio con una denuncia falsa por allanamiento. A pesar de contar con varios testigos, el argentino pasó seis meses en prisión, donde volvió a tener contacto con el deporte.
"Si no pasaba por algo malo, no hubiese conocido a Dios. Para mí el antes y el después fue pensar en Cristo y me cambió la vida por completo. Yo no salgo ni a un boliche, me dedico a Cristo", destacó.
Al salir de la cárcel, donde dijo sufrir unas condiciones infrahumanas, su pasión por el fútbol le llevó a realizar una prueba con Defensores Unidos de Zárate. Tras recibir la oportunidad, su carrera se disparó al ritmo de los goles.
En 2018, Sol de América se fijó en él como 'killer' y después de una temporada en la que hizo doce goles en 17 partidos le llegó la llamada de Libertad.
Ante The Strongest, el punta de 26 años marcó su primer gol en Copa Libertadores. Tras un pase bombeado en posición reglamentaria, controló de pecho, la orientó a un perfil y la pegó de tijera en la escuadra.
Un premio que nunca será suficiente para compensar el pasado, pero sirve para alegrar un presente que avanza a contrarreloj.