Fue un minuto para olvidar. Porque acababa de recibir el 1-0, y a continuación él solo, sin que haya forma de explicar cómo, se marcó el segundo.
Maubleu se disponía a poner en juego el balón, tras atraparlo con las manos. Lo que viene a ser un saque normal y corriente, como ocurre decenas de veces en cada partido.
Pues no. No fue como los demás. El balón se adhirió a la palma del guante de Maubleu y se despegó demasiado tarde, cuando la trayectoria del brazo proyectó el esférico hacia su portería.
Y él, aunque reaccionó (arriesgándose a conceder un libre indirecto dentro del área), no acertó a sacar el balón bajo palos antes de que cruzase por completo la línea de gol. Una tarde de la que no guardará un buen recuerdo.
Su manotazo llegó tarde, y aunque sus compañeros trataron de salir jugando como si nada hubiera ocurrido (porque, aunque no hubiera concedido el gol, el soltar el balón y tocarlo después habría tenido consecuencias), el colegiado les chafó la fiesta señalando el círculo central.