Los delanteros son los futbolistas encagados de anotar los goles, siempre tienen en la cabeza la portería. Su motivación al saltar al campo es marcar goles para hacer que su equipo gane el partido. Esa motivación es absolutamente necesaria, pero debe ser bien gestionada.
Una sobremotivación puede provocar, si no se consigue el objetivo de manera reiterada, una situación de frustación.
Dicha frustración, unida a la responsabilidad de marcar, desemboca en ansiedad ante la imposibilidad de anotar goles. La ansiedad puede llevar al delantero que la sufre a cometer errores en remates, imprecisiones y emociones negativas, que producirán a la vez un aumento de dicha ansiedad.
Pero además, las consecuencias de la ansiedad que pueda sufrir un jugador pueden extenderse al resto de sus compañeros. Aunque se trate de un sentimiento individual, es altamente contagioso y puede influir en el juego colectivo del equipo.
La afición local es otro factor a tener en cuenta. Muchas veces se observa como un equipo juega mejor y cosecha mejores resultados jugando lejos de su estadio.
Los malos resultados, un partido de mucha pasión, los pitos... son factores que el público transmite al jugador provocando en él excesiva presión por agradar y finalmente ansiedad. Jugando lejos de su afición, algunos jugadores se quitan esa presión y juegan con mayor cofianza.
Por todo esto, la intervención irá dirigida a la prevención de la ansiedad, conociendo el grado idóneo de motivación para encarar según qué encuentros y situaciones. El entrenador juega un papel crucial en este sentido.
El técnico con la colaboración del equipo de psicólogos del equipo, deberá transmitir calma a sus jugadores, pero sin dejar que se relajen y manteniendo un nivel de motivación óptimo.