Los soldados jóvenes son los que inspiran más fortaleza. Pero son los más veteranos los que ganan las guerras. El Real Madrid, con siete de los héroes de Kiev en su once de Balaídos, hizo trizas el castillo del Celta, que tuvo más marketing que acción. Los blancos, sin su estrella ni las que quiere su técnico, se puso líder gracias a sus clásicos.
Zidane quiere nuevos cromos, pero fue tremendo cómo le funcionó la vieja guardia. Su victoria 'vintage' se vertebró en la mordiente de Bale, que tomó la batuta de Hazard, el olfato de Benzema y el cañón de Kroos. Seguirá pidiendo un esfuerzo por Pogba y limpiar sus excedentes del plantel, pero este giro aportará más incertidumbre al cierre del mercado.
El Madrid veraniego de las dudas viajó en la nave del tiempo al contundente del día a día en la oficina. Porque sin ser mejor que el Celta, lo aplastó. Y porque cuando la roja a Modric trajo grandes nubarrones, emergió gigante para hacer dos tantos más y finiquitar la faena.
James solo fue un espectador VIP en el banquillo de Balaídos. Pero Bale... Bale fue de nuevo Gareth. La promesa de que puede ser diferencial de no ser porque los antecedentes le cargan la mochila de asteriscos. Pero el galés, consciente de su oportunidad, fue Hazard por un día.
Sus armas son otras. Potencia y fusil. Aunque su gran aportación fue un centro tras un par de arabescos para que cayera el 0-1. Pareció el tiro combinado de Vinicius y Benzema, pero fue el francés, con mejor caña, quien se agenció la autoría del 0-1.
El Celta estrenó dos de sus juguetes. El 'Toro', casi sin pretemporada, fue un poste de luz. Denis, muchísimo más dinámico, trajo la luz. Habilidoso y vertical, se llevó la mayoría de patadas y forzó un filón de tarjetas, incluida la roja de Modric.
La faena de aliño de la primera mitad tuvo la agitación final del empate de Brais Méndez... anulado por el VAR cuando nadie se había cerciorado y Balaídos festejaba. Pero es que el fuera de juego que le pitaron a Iago Aspas fue milimétrico.
Esa emoción fue telonera de un vendaval tras el descanso. Los de Escribá se desabrocharon un par de botones de la camisa y Iago Aspas se puso a hacer trigonometría de la buena trazando diagonales a la espalda de la zaga blanca.
El resorte que necesitaban los gallegos llegó con la roja a Modric, escrita entre la polémica y la nueva norma que quiere proteger los tendones de Aquiles y el talento. El croata rascó el pie de Denis y Estrada Fernández se fue a la televisión para poner el listón muy alto esta temporada.
Por suerte para el Madrid, le vino de fábula quedarse con uno menos. Zidane, regando de su nuevo flor, suspiró con una parada de Courtois a Aruajo a bocajarro y rompió de alivio con el sublime zapatazo de Kroos.
El alemán, potencialmente amenazado por Paul Pogba, también se metió en la máquina del tiempo. Conectó con esa versión del Bayern de Múnich que anhelan muchos madridistas: el que se animaba a disparar desde fuera del área. Su cañonazo, con esa música especial de los goles que tocan en el larguero y botan dentro, dejó a todos de piedra y lanzó un flotador al marcador.
El Celta, más animoso que profundo, se terminó de venir abajo. Lucas Vázquez, uno de los pulmones a los que recurrió Zidane en el tramo final, cerró la tarde culminando una jugada con lo mejor de Marcelo, Isco y Benzema: profundidad, clarividencia y una ruleta marca de la casa. Le sobró la celebración reivindicativa con todo ya resuelto.
Y si el partido ya tenía condimentos de sobra, el 'millenial' Iker Losada, que llevaba tres minutos en Primera División, maquilló la goleada con un buen tiro para dar justicia a los méritos del Celta ante Courtois.
El Real Madrid, sin los que Zidane necesita y con los que quiere despachar, ganó como lo hacía antes.