Lo único que no estaba claro era el tamaño de la tarta que se repartiría para todos en el Coliseum. Si la grande, la que se terminó cortando, o la extragrande, la que habría estado a la altura de la carambola de Champions. Pero la fiesta era obligatoria. No todos los días el quinto peor presupuesto de la Liga se clasifica para la Europa League.
La mejor temporada en la historia liguera de los azulones tuvo un colofón de oro. Pero pudo haber sido de titanio. Sucede que el Valencia ganó en Pucela, pero es que tampoco los de Bordalás cumplieron con su parte, el Villarreal se empeñó en que así fuera.
El partido, eso sí, habría tenido un final muy diferente en caso de que hubiesen llegado otras noticias desde Pucela. De hecho, durante 23 minutos el equipo azulón tuvo el himno de la Champions sonando en la cabeza. Los que pasaron desde el zurdazo de Portillo ante Andrés Fernández al gol de Carlos Soler.
El triunfo valencianista, luego ampliado por Rodrigo, convirtió el choque de Getafe en una cuestión más de orgullo. Los de Bordalás, pese a algunos minutos aturdidos, escenario que aprovechó Iborra para empatar en un córner con cabezazo inapelable de Iborra, siempre atacaron sin ahínco.
Por eso llegó el 2-1 de Maksimovic. Era la enésima llegada en la segunda mitad. Centró Ángel, cabeceó el mediocentro; los roles cambiados. La victoria se festajaba como si fuera de Champions, la gente que no entendiera que no ser cuartos también era un premio no estaba invitada.
Sin embargo, el Villarreal, que alternó defensas pueriles y ataques sin miedo, encontró premio en una acción que llevó a David Soria de Doctor Jekyll a Mister Hyde. Hizo un paradón a testarazo de Iborra, luego se hizo un lío al intentar sacar el tiro sin ángulo de Gerard Moreno.
Apenas quedaban minutos para la reacción en busca del tercero. Y aunque no llegó, el pitido final no hizo sino comenzar la fiesta. La 'eurofiesta'.