Marcó en la primera jornada de la fase de grupos de la Champions, ante el Sporting de Lisboa (el primero de los dos que, oh, sorpresa, salvaron 'in extremis' a los blancos, un clásico de la presente temporada).
Marcó en la segunda jornada de la fase de grupos de la Champions, ante el Borussia de Dortmund. Y se acabó Cristiano en Europa. Al menos en lo referido a marcar goles.
Porque dar asistencias, ha dado unas pocas. Concretamente cinco, en los seis partidos siguientes de la competición en los que se ha quedado sin el premio del gol.
Ante el Legia, en ese esperable 5-1 del Bernabéu, Cristiano jugó los 90 minutos, pero no vio puerta, aunque compensó dando dos pases de gol. En la vuelta, en la cuarta jornada, en aquel sonrojante empate a tres, otra asistencia.
Otra más, la cuarta, ante el Sporting en Lisboa, y nada en la última jornada, ante el Borussia de nuevo, pese a jugar otra vez todo el partido.
En los octavos, una asistencia más en la ida, y otro partido para olvidar en la vuelta. Porque aunque Zidane le defienda (es su labor), Cristiano fue un cero a la izquierda en San Paolo.
Al astro luso le están salvando esta temporada sus asistencias, porque de cara a gol está negado. Ante el Nápoles, en la vuelta, tuvo sus oportunidades, pero quizá por la ansiedad, quizá porque simplemente no era su día, nada le entró.
Prueba de su frustración fue su reacción en los goles blancos. En el segundo de Ramos, o de Mertens en propia, que confirmaba la remontada y acababa con los sofocos, ni lo celebró.
En el de Morata, que cerraba del todo el partido, ni eso. Suyo fue el fallo que propició que Morata llegase en segunda línea para marcar. Cristiano bajó la cabeza y pasó completamente de ir a celebrarlo con su compañero. Volvió para su campo y a seguir jugando.
Y es que tiene que ser difícil para un tipo que se ha autoconvencido de que es un ganador nato no ser el mejor.