Ni Croacia se imaginaba que lo de Atenas sería tan fácil. Ni ambiente infernal, el campo no se llenó, ni presión del rival, ni sensación de peligro ante un Grecia entregada tras el 4-1 de la ida. El equipo heleno se vio obligado a montar un guión radicalmente opuesto a su ADN, y la película no funcionó.
De hecho, el partido no acabó en derrota porque Croacia no quiso. Los balcánicos jugaron prácticamente andando y aun así, gozaron de las mejores ocasiones de un partido insufrible. Primero porque Grecia no pudo, y sobre todo porque Croacia no quiso.
Y asi se fue cocinando un despropósito infumable que acabó, como se esperaba, con Croacia guardando el billete a Rusia en la mochila. A Grecia le vino grande la escena y la pesada carga de la ida terminó matando un equipo acostumbrado a guarecerse, defender y sacar rédito a lo que surja arriba.
Buscar un 3-0 ante un equipo con el talento ofensivo que tiene Croacia era una misión digna de epopeyas clásicas. Un trabajo hercúleo que no se completó y otro Mundial se quedó a las puertas. Y así se fraguó un partido que no fue tal. Un duelo insulso, falto hasta de emoción, porque el orgullo no le dio a Grecia ni para hacer sudar a Subasic.
Enfrente, a Croacia le bastó con intimidar. Un poquito de Modric, otro de Rakitic, un tirazo al palo de Perisic... Grecia tuvo 90 minutos para asumir lo que ya había interiorizado. Y los croatas vivieron un entrenamiento con público en Atenas. Rusia ya espera a uno de los posibles animadores de la cita mundialista, en pleno cenit de una generación irrepetible.