"El Barça quería librarse de él. Lo consideraban un flacucho, malo en defensa y nulo en el juego aéreo. Lo que nadie veía era que tenía las cualidades básicas para llegar alto: inteligencia en el juego, rapidez en la ejecución, técnica. Si no hubiese estado yo en el Barcelona, habría sido seguramente vendido a un club de Segunda División", recuerda.
Cuando a Guardiola le ofrecieron hacerse cargo del primer equipo del Barça, el holandés le dio a su gran heredero espiritual su "regla de oro": "Quería ante todo subrayar que él debía ser el jefe, quien tomase las decisiones y quien asumiese las consecuencias (...) En ese sentido, Pep está en la misma línea que yo".