En la ciudad de Rosario tiene lugar uno de los derbis más 'calientes' del fútbol suadamericano. Rosario Central y Newell's Old Boys protagonizan una rivalidad que influye en toda la ciudad. Todo comenzó con un amistoso organizado por un grupo de damas que buscaban recaudar dinero en beneficio de un dispensario donde se atendía a enfermos de lepra. Sin embargo, el partido nunca pudo jugarse por el rechazo de los jugadores de Central. Desde ese día son 'canallas' y 'leprosos'. Y nunca dejaron de odiarse, dando paso a una rivalidad que con el tiempo se volvió violenta.
El fichaje del defensa Javier Pinola, que jugaba en Central, por parte de River motivó amenazas de muerte para el jugador y su familia, con pintadas en la escuela a la que concurrían sus hijos, que les obligó a abandonar la ciudad en forma intempestiva.
Pero los hechos no quedan en meras pintadas: en menos de un año también se cuentan una apedreada al bus que llevaba a los jugadores rojinegros a jugar el clásico en el estadio de Central, el ataque a la casa de uno de los vicepresidentes del auriazul, la decapitación de un monumento dedicado al fundador del equipo donde surgió Messi y el ataque a uno de los árbitros asistentes en el último clásico, que obligó a Newell’s a terminar el torneo jugando a puerta cerrada.
Diego Maio, que es coordinador de Seguridad en Eventos Deportivos y está encargado de controlar la tensión en los encuentros, lo explica con claridad: "el rosarino vive el fútbol de una forma muy particular. Es todo, y la rivalidad que hasta hace un tiempo era folclore y no pasaba de un enojo, apuestas o cargadas entre amigos, en algún momento se volvió revancha, al punto que los grupos violentos pactan lugares de encuentros por redes sociales para enfrentarse".
La rivaliad entre aficiones llegan a tal punto, que los hinchas sufren más si el rival gana que si pierde su propio equipo. En Rosario, el amor y el odio están separados por una delgada línea, se siente permanentemente la ansiedad, el fervor y la pasión, a veces para bien y otras para mal. Tanto es así, que los grandes eventos deportivos de la ciudad que impliquen un clásico, se ha tenido que jugar sin público.
Los dirigentes de ambos clubes coinciden en muchos aspectos. El presidente de Central, Raúl Broglia, propuso “quemar en una plaza” a su par de River, Rodolfo D’Onofrio, por llevarse a Pinola, palabras por las que luego se retractó. "No es fácil porque uno ademas de ser dirigente ha sido hincha", reconoce D’Amico, vicepresidente de Newell's.
Su colega de Central Cefaratti le responde: "sin dudas, el dirigente es más difícil de manejar que el hincha, porque es un protagonista directo y es el que tiene que tomar decisiones y asumir responsabilidades que, hoy por hoy, no las están asumiendo al 100%, aunque sí hay un fuerte compromiso y un cambio. Ya te digo que hace cuatro años si nos atendían el teléfono teníamos suerte y hoy coordinamos muchas tareas de prevención junto a ellos y acuden a nosotros de manera directa".
Ninguno de los clubes involucrados escapa al gran problema del fútbol argentino, las barras bravas, uno de los elementos que radicalizó las acciones. "Existen y seria muy hipócrita negarlo", dice Cefaratti. Las barras bravas son tan grande como lo sean sus clubes, el problema es que van al club para reclutar 'soldados' y establecerse en un barrio o zona de la ciudad, y algunas de ellas tienen vínculos con grupos de narcos, como la de Newell´s, según explica Maio.
Unas 80 personas tienen prohibido el ingreso al estadio del Parque Independencia de Newell's, y sucede lo mismo con 14 de Central. "Los cabecillas no pueden ingresar y la característica antropológica que tiene una barra es que el jefe tiene que estar en el territorio, porque si no está parado arriba del paravalancha no es jefe y así pierden mucho poder", finaliza explicando Maio.