Ha podido ser, fácilmente, el mejor partido de la temporada en la Ligue 1. Pocas veces se ha visto al PSG tener que trabajar tanto para doblegar a un rival que le ha tuteado de esta manera.
Pero claro, enfrente estaba todo un Mónaco que estrenaba entrenador en la Ligue 1, y al que el empate le supo a gloria. Sobre todo por cómo comenzó el partido: con un gol de Neymar en la primera jugada, a los tres minutos de juego.
El brasileño adelantó al PSG en la primera llegada de los locales, pero el Mónaco no le perdió la cara al partido. Ni mucho menos. Porque en el 8' los de Robert Moreno ya habían empatado, tras una contra que pudo haber terminado con penalti de Keylor Navas a Ben Yedder. Una jugada que acabó con Gelson Martins recogiendo el balón que el choque había dejado suelto en el área y marcando el empate.
El tanto animó al Mónaco, que buscó con descaro el segundo. Keita Baldé reclamó un penalti que le costó la amarilla, y en el 13', Ben Yedder volvió a hacer acto de aparición para rematar un buen pase del citado Keita.
Había saltado la sorpresa en París. El PSG estaba perdiendo ante el Mónaco, pese a haber comenzado ganando. El primer tiempo estaba siendo frenético, alocado, y como suele pasar en estos casos, el caos acabó derivando en más goles.
El siguiente, el del empate a dos, llegó en el 24', cuando un disparo de Neymar lo intentó despejar Ballo con tan mala pata que lo metió en su propia portería. Pero el primer tiempo nos dio un gol más.
El del doblete de Neymar, al convertir un penalti de Gelson sobre Mbappé en el minuto 40. Neymar, con su habitual parafernalia, engañó a Lecomte y puso de nuevo al PSG por delante.
Ojalá no hubiera acabado nunca, porque tras el descanso el partido fue otro. La fiesta y la alegría del primer tiempo se convirtió en seriedad y sobriedad en el segundo.
Nadie quería cometer un nuevo error, conceder una contra, perder un balón. Eso se notó en el ritmo de juego, mucho más pausado y menos electrizante. Los minutos fueron pasando lentos, perezosos, sin demasiadas ocasiones.
Había destellos ocasionales, pero el partido iba a tirones, sin continuidad, hasta que los cambios empezaron a cambiar esta dinámica. Y justo el primer suplente, Slimani, fue quien protagonizó el gol del empate a tres.
Un gol que llegó no sin polémica, porque en primera instancia fue anulado por fuera de juego del delantero argelino, aunque el VAR, tras revisarlo, dictaminó que, al cortar el pase de Gelson el hoy central Marquinhos, Slimani quedaba habilitado.
El PSG se volcó entonces al ataque, y el Mónaco pasó a defenderse y a aspirar a cazar a su rival a la contra. Resistió contra las cuerdas el conjunto del Principado, pero también tuvo sus oportunidades para acabar ganando el partido.
En especial, una en el último suspiro, un córner que botó Golovin, que remató Slimani, que tocó Thiago Silva con la mano y que obligó a Keylor Navas a corregir su parada para desviar un balón que sin duda hubiera entrado en su portería.
Y sí, han leído bien, un balón que el capitán del PSG tocó con la mano, pero que no fue penalti porque desde el VAR interpretaron que fue involuntaria y venía de un disparo próximo, pese a que estaba ocupando un sitio anormal.
En el tiempo extra, el PSG continuó con lo suyo, superado el susto, pero acabó el partido sin ser capaz de batir, por cuarta vez, a Lecomte. El bautismo de fuego de Robert Moreno fue, sin duda, el menos malo posible. Porque, aunque no ganó, al menos no perdió ante el mejor equipo de Francia.