Fue cruel, muy cruel. El partido no fue brillante, por parte de ninguno de los dos equipos, pero Croacia lo tuvo cerca, muy cerca. En su mano. Pero el balón no quiso entrar, se topó con el poste de Rui Patricio.
Y para redondear el drama, en la siguiente jugada llegó el gol luso. La afición croata pasó en apenas sesenta segundos de la euforia, porque vio dentro ese gol, al más duro de los dramas.
Todo lo contrario que los aficionados portugueses, que se temieron lo peor, pero sonrieron y celebraron como nunca unos segundos después. Las dos caras del fútbol.