El gol extemporáneo de Marco Fabián podría ser un perfecto resumen de la semifinal que se vio en Sochi: México marcó la más difícil que tuvo. Ante la ceguera azteca, el conjunto de Löw martilleó el arco de Ochoa en casi todos sus acercamientos.
El fútbol no va de merecer y sí de marcar, ganar y romper arcos rivales. De esto entiende una Alemania que no es campeona del mundo por casualidad. Y las generaciones que vienen quieren más. Ya sea la versión A, B o C, las demoliciones siguen siendo cosa de la 'Mannschaft'.
México merodeó a Ter Stegen, pero las dentelladas de los chicos de Osorio no pasaron de pequeños mordiscos a los tobillos de un gigante. Cuando no frustraba sus intentonas Ter Stegen, lo hacía el travesaño o la falta de puntería. Demasiado poco veneno para gobernar más allá de Centroamérica.
Alemania coloreó la final en apenas siete minutos. Dos tiros, dos goles de Goretzka. Combinaciones sónicas ante una México que aún andaba tomándole el pulso al partido. Le costó a México entrar en calor. Repuesta del fugaz 2-0, Chicharito disfrutó de una ocasión clara y el combinado azteca empezó a desperezarse.
En la segunda parte, México mejoró sensaciones, encaró mejor el arco de Ter Stegen, pero el 3-0 subió al marcador. Si arriba a México se le bajó la persina, tampoco le sobraron luces ante los eléctricos delanteros germanos. Werner embocó a gol una jugada de escuadra y cartabón.
Alemania se echó la siesta y México gozó de campo, pero bastó la inspiración de Ter Stegen para derribar las ilusiones aztecas. Marco Fabián marcó el mejor gol del torneo, pero fue Alemania la que empaquetó el encuentro con otro gol manufacturado en pocos toques. Demasiada dinamita para pocas balas de fogueo.