Su potencia era escandalosa. Tanto que fue capaz de hacer el mismo ruido que Leo Messi en el Mundial Sub 20 de Holanda, en 2005. El argentino acabó siendo campeón, Balón de Oro y Bota de Oro. Quincy, pese a anotar un solo gol, acaparó tantos elogios como él.
¿Por qué? Por ser una bestia física, por su conducción en carrera, porque era talento puro. Pero tambíen díscolo, inconstante y una vida extradeportiva incompatible con el éxito en el césped.
Su carrera iba a ser fulgurante en el Ajax. Pero no. Prometió lo mismo. Tampoco. En el Málaga, en el primer capítulo con el jeque, protagonizó un encuentro meteórico en La Romareda. Otro amago inocuo. Siguió con su rosario de clubes en los que no cuajó. Y su carrera se apagó.
Ahora vuelve al escaparate Quincy, que quiere encontrar en el mundo de la música la oportunidad que no agarró en el fútbol. Por eso se hace llamar Blow y va de rapero. Su inspiración, como suele ocurrir en el género, está en su infancia en un entorno complicado, rodeado de delincuencia y consumo de drogas en el difícil barrio de Biljmermeer.
"No había ningún Ronald de Boer en nuestro barrio que nos dijera: 'Con el fútbol tienes futuro'. Mis modelos a seguir fueron los que generaban dinero allí, los hombres de la calle manejando en horribles coches", relató en 'Vice'.
¿Y cuáles son los retos de Quincy en la música? "Ahora que estoy lanzando mi primera mezcla en solitario, quiero mostrarle al mundo: 'Este soy yo'. Esto es lo que estoy haciendo ahora. Y espero enorgullecer a la gente del vecindario. Primero, como futbolista y ahora como artista", aclaró.
Por lo pronto, en su Instagram, donde luce su nueva 'equipación', gafas de sol y pasamontañas, intenta abrirse hueco a sus 33 años. Blow, llamado así por 'blow all my money' (dilapidar mi dinero), presume de 'New Chapter' (Primer capítulo), un disco de 13 canciones. Entre ellas, una llamada Maradona.