El duelo entre 'hermanos' estaba abocado a las tablas. Todos esperaban un 'alto el fuego' en los minutos finales, pero no fue así. Atacaba el Leipzig, pero un mal balón colgado al área lo cambió todo.
El esférico volvió al centro del campo, y ahí comenzó la magia del Salzburg. Un taconazo ante dos rivales para mandar hacia adelante el balón, y desde la frontal del área, otro.
Parece increíble, pero el esférico le cayó a Gulbrandsen y el noruego, que había entrado al campo en el 84', a un minuto del final no perdonó ante Mvogo. Disparo raso, cruzado, y gol.
Un gol precioso, pero no por su definición (fue efectiva y poco más), sino por el desarrollo poco ortodoxo de la jugada. Impresionante.