El duelo en la cima despeñó a los de Emery, quienes no tuvieron el arsenal del que sí dispuso Klopp. El aroma de máquina perfeccionada del Liverpool asusta. Porque mandó en los registros que deciden la suerte del fútbol: posesión, disparos desde fuera, juego aéreo y contragolpe.
La presentación fue un tsunami rojo. El Arsenal, que no sabe respirar sin el balón, no sabía por dónde le venían las flechas. La única suerte para Emery era que la mirilla de los de Klopp no andaba muy limpia.
Dani Ceballos, que se pasó el partido naufragando y recibió su primera gran lección en la Premier, fue la imagen depresiva de los 'gunners'. Hasta casi le regaló el 1-0 a Mané antes de la tormenta.
Corría el reloj y el Liverpool exhibía traje de etiqueta. Pero, para traje, el que hizo Pépé, la apuesta de Emery por Lacazette en el once inicial. Ojo al presente y futuro del galo, que a los 7 minutos le recordó a Van Dijk qué se siente cuando le rompen la cintura a los centrales mortales y amasó dos ocasiones que habrían configurado un choque muy diferente.
Especialmente doloroso fue para él el mano a mano que mandó al cuerpo de Adrián cuando antes había roto también a Matip.
Fue precisamente el central el que rompió el cántaro en el bombardeo 'red' desde la esquina. Con David Luiz subido a la chepa de Van Dijk, el camerunés emergió con la fuerza de un géiser para cabecear a gol. El hachazo fue doble, porque llegó a cuatro para del descanso.
Pintaba a partido vibrante tras la reanudación a la espera del paso adelante del Arsenal. No obstante, David Luiz, quien estaba haciendo de jefe, se convirtió en un central alevín agarrando sin sentido a Salah dentro del área. El egipcio no lo desaprovechó con un zambombazo que recordó aquello de que un penalti bien tirado es imposible de detener.
Los londinenses hundieron los pies en el barro, comenzó la estampida 'red' y Salah firmó su doblete. De nuevo con otro despiste del central brasileño, aunque esta vez añadiendo una buena conducción ante Monreal y definiendo con bajas pulsaciones.
Ahí se acabó el choque, pero no para Pépé, quien siguió buscando el gol y la cintura de Van Dijk. No llegó su premio, sí para Lucas Torreira, aunque demasiado tarde como para soñar con dar un susto.