Ni Raúl de Tomás ha logrado desbancar, de momento, a Rubén Castro Martín como máximo artillero de Segunda División. Los ocho goles del futbolista del Cartagena se han convertido en el mejor argumento de los murcianos -que ostentan una diferencia positiva de dos goles tras 12 partidos- para soñar con la permanencia.
Su paso por el Real Betis Balompié, convirtiéndose en el futbolista que más goles ha marcado vistiendo de verdiblanco (147), fue sólo el culmen de una carrera inevitablemente asociada al olfato y la puntería con los que sólo unos pocos son bendecidos de forma innata. Aunque ésa sea la única virtud que logren desarrollar en toda su carrera.
Porque Rubén Castro no es precisamente un atacante dado a las florituras. Sus métricas esta temporada reflejan fielmente el tipo de futbolista que ha sido siempre -y sigue siendo- desde que debutó en la UD Las Palmas la temporada 2000-01, hace ya casi veinte años: un ‘killer’ despiadado que cumple a rajatabla con su cometido. De hecho, no ha ejecutado un solo pase clave desde que comenzó la temporada en Segunda División.
Ni siquiera regala goles a sus compañeros (sólo ha dado 1 asistencia), prefiere marcarlos. No es un jugador de equipo al uso; los demás deben jugar para él, y no al revés, aunque el 79,44% de sus envíos llegan a su destino. Quien mejor lo comprendió fue Pepe Mel. A sus órdenes, Rubén Castro disputó 241 partidos de los 664 que suma como profesional. Ahora, Borja Jiménez aplica a la perfección la filosofía del madrileño.
Sólo este curso, y cerca de cumplir los 40 años, promedia 0,8 goles y 1,12 tiros a puerta cada 90 minutos de juego. Su porcentaje de conversión es del 66,67%. La precisión personificada. Un verdadero quebradero de cabeza para los defensas rivales pese a no ganar apenas duelos aéreos (0,66). Su verdadero don no reside en su remate de cabeza, pero sí en unos pies despiadados, insaciables, a los que todavía parece quedarles cuerda para rato.