Sin ser consciente de ello, hace justo una década el equipo vigués manejaba en sus diferentes estructuras a los tres encargados de dar la alegría final en el Mundial. Apuntaban maneras por entonces, pero nadie habría imaginado su actual evolución.
Diego Costa comenzaba el rosario de cesiones para hacerse notar antes de ser indispensable en el Atlético de Madrid. Fue Hristo Stoichkov, un entrenador de carácter, quien tuvo que modelar a un talentoso pero indómito delantero.
Con la categoría de plata como escenario, el delantero de Lagarto ya dejó constancia de sus credenciales: cinco goles, doce amarillas y tres rojas.
Iago Aspas, que cerró esta Liga a siete tantos del mejor goleador histórico del Celta, apuntaba maneras en el filial, en Segunda División B. Con sólo 20 años, empezaba a hacer ruido.
Vivía a la sombra del croata Goran Maric, que ese año anotó 21 goles, 17 más que el de Moaña. Pero la carrera de uno y otro varió sensiblemente.
En cuanto Rodrigo, se salía en el juvenil del equipo gallego. De hecho, pocos meses después sería adquirido por el Real Madrid.
Diez años después, cambiaron un futuro celeste por un presente celestial. Vigo seguirá el Mundial con especial interés.