El Bayer Leverkusen abrió la lata en el partido ante el Borussia Mönchengladbach gracias a un golpe de suerte y un regalo del portero Sommer, que tuvo una tarde muy complicada.
El guardameta no vio un disparo a los tres minutos, que salió mordido, y se quedó mirando haciendo la estatua. Pensó que iba a fuera y lo que hizo el cuero fue dar en el poste para salir rebotado.
Y ahí tuvo la mala suerte y una clara falta de concentración. El balón, que no iba demasiado fuerte, golpeó en Sommer y se coló dentro de la portería casi llorando.
Sommer intentó reaccionar y lo hizo demasiado lento, de modo que no llegó a evitar que el balón pasara la línea de gol.