En Roma, el Barcelona quedó eliminado de la Champions League con un severo correctivo que no hizo si no evidenciar la falta de liderazgo en la segunda unidad 'culé', agrandando la leyenda negra de la 'Messidependencia'.
Más allá de su presencia en la debacle, Valverde echó de menos que alguien cogiese el testigo del argentino, reducido e impotente ante un conjunto italiano ávido de gloria frente un aspirante al trono herido y preocupantemente frágil.
En este sentido, el Barcelona trabajó intensamente este verano para apuntalar todas las parcelas, reforzando al equipo línea por línea: Lenglet, Arthur, Arturo Vidal y Malcom. El club no puede permitirse otra hecatombre como la de Roma.
Si bien Arthur tardó dos entrenamientos en ganarse la confianza, el carácter díscolo de Arturo Vidal complicó sobremanera su integración en el equipo. El centrocampista brasileño pronto se ganó el cartel de 'relevo de Xavi', mientras que el chileno fue castigado por su forma de encajar la suplencia.
Lenglet, por su parte, ha demostrado ser el relevo de garantías que firmaron del Sevilla. El central francés ha suplido notablemente a su compatriota Umtiti, demostrando las hechuras de gran defensor que motivaron su fichaje y ahora le permitirán pelear por la titularidad.
Asimismo, en Milán, Malcom fue el último actor secundario en salir a escena. Tras un aterrizaje convulso, en el que el propio Valverde reconoció no haber pedido su incorporación, el brasileño apenas había disfrutado de minutos residuales y su presencia se limitaba al banquillo o a la grada.
No obstante, el 'Txingurri' apostó por Malcom frente al Inter en los últimos compases del encuentro y este le respondió con un gol en su primera intervención. Lágrimas aparte, el atacante se erigió como un elemento a tener en cuenta por el técnico 'culé', que este año sí parece presumir de fondo de armario.