Cayó la segunda Champions juvenil. Hace un lustro, se cumplió un guión similar Munir firmó un doblete y Tarín coronó el 3-0, entonces al Benfica. Ese Barça arrasó. Como este, que coronó en Nyon un año espectacular volviéndose a sentar en el trono de Europa.
Sus dos títulos ya igualan a los londinenses, que cedieron su cetro con impotencia. Ante un muy buen equipo que tuvo en Abel Ruiz a su tótem y en Marqués, delantero de guante blanco, a su estilete.
El caraqueño se erigió en hombre de la final mostrando una cualidad vital en estos partidos a vida o muerte: el oportunismo. Marcó a poco del final de la primera mitad y en la reanudación, para asestar dos hachazos demoledores a un Chelsea que solo cuando vio la final perdida se atrevió a mostrar su potencial.
Pasada la media hora, Abel Ruiz se convirtió en un rinoceronte. Se giró con un gran detalle en la frontal y corrió como un expreso hacia el área. Tenía en el retrovisor a Marqués, que le acompañó y esperó su oportunidad para volar sin motor casi en la línea de gol y hacer el 0-1 en plancha.
El tanto llegaba cuando el equipo de García Pimienta había pisado el acelerador. En una final muy bien rumiada y gestionada emocionalmente, pese a tanta juventud.
Bien asentados
El paso por los vestuarios no cambió un ápice el panorama. De hecho, Alejandro Marqués ahondó en las distancias con al manual del delantero pillo.
Le buscó las cosquillas a Guehi, se las encontró, le dejó tirado en el suelo y definió con temple ante Cumming. El 0-2 ponía en bandeja el título.
Ahí dio un paso hacia adelante el Chelsea, pero ya tarde. McCormick reozó el gol del campeonato con una chilena y Charlie Brown se topó con el larguero. Pero era tarde, el corazón nublaba las piernas.
En cambio, el Barça se hizo mayor. Supo sufrir, controlar y romper el ritmo con tarjetas. Hasta que Abel Ruiz, uno de los mejores del campeonato, no se fue de la final sin su tanto, que había buscado antes en varias ocasiones.
Recibió un pase en el área, se la acomodó a la derecha con un amago y cruzó el disparo. Para sellar una victoria y un campeonato incontestables. El Barça de las fugas de La Masia es, pese a ello, rey de Europa.