Petardazo de los buenos en Girona. El Real Madrid más indolente de la era Zidane regaló los tres puntos a un heroíco Girona que superó a su rival en casi todas las facetas del juego. Los blancos llegaron a adelantarse por medio de Isco, el único exponente de un equipo plagado de estrellas apagadas. El malagueño encendió la luz, pero el rival brilló más como equipo.
No reservó nada Zidane, pero el once titular dista mucho de aquel que llegó a ser el mejor equipo del mundo hace unos meses. Salvo Isco, todos andan por debajo de su nivel. Incluido el banquillo, el gran bote salvavidas de la pasada temporada. Aun así, las diferencias entre uno y otro equipo quedaron plasmadas en la jugada del 0-1. Del tiro al palo de Maffeo, a la contra letal que acabó con el gol de Isco.
Que los tres goles del malagueño le permitan ser el máximo goleador del equipo tras 10 jornadas disputadas habla a las claras de uno de los grandes problemas que viene arrastrando el Madrid. Pero el gol no cambió las sensaciones de un partido que empezaba a pintar tintes dramáticos para el conjunto blanco. El Girona apretaba, pero su pegada andaba lejos de la que tenía enfrente.
Si algo demostró el equipo de Machín, es que no sabe rendirse. No se vino abajo en ningún momento. Ni tras los cinco minutos de arrebato en los que se rozó el 0-2. Nada. Presión alta, mayor intensidad, guerrillas constantes por zonas. De fondo, un Madrid apático, aburrido. Sin ganas de estar en Montilivi jugándose tres puntos claves para la Liga.
Muchos parecían no querer estar en Girona
Apenas Isco, siempre Isco. Del malagueño salió el único fútbol que ofreció el Real Madrid en Girona. Modric no existió, Kroos fue un flan y Casemiro da síntomas de cansancio. Varane sigue lesionándose, Ramos tiene rachas y Nacho entró como al que le obligan a jugar estando vestido de calle.
Marcelo, bastión de la alegría, parecía haber adelantado Halloween. En cuanto a Cristiano y Benzema, siguen en su particular agujero negro. Más chispazos que goles, mínima efectividad. Muchos premios individuales sobre el tapete, pero los trofeos no ganan partidos. Son estos los que llevan a los trofeos y el Madrid de hoy anda muy lejos de ellos.
Enfrente, un Girona maduro, que supo gestionar a la perfección la segunda mitad y las concesiones del rival. Primero con el incansable Stuani, que desnudó a Nacho con una facilidad pasmosa y batió a Casilla para encender el pilotito rojo en la cabeza de Zidane.
No reaccionó el Madrid y Portu, que firmó una exhibición de despliegue físico, se aprovechó de un fuera de juego para marcar de tacón y consumar la remontada. Montilivi era una fiesta y el banquillo blanco un funeral. LaLiga se esfumaba ante la indolencia de un equipo que no le echaba cuentas. Entraron Lucas Vázquez y Asensio, pero ya no son los revulsivos del año pasado.
El partido, que durante muchos minutos fue un no quiero, pero puedo, se convirtió en un quiero y no puedo que acabó en derrota. El prisma del fútbol permitió vivir las dos caras de este deporte. Entre la histórica victoria de este recién ascendido Girona, equipo trabajado como pocos por ese actor secundario que es Machín, y la debacle de un Real Madrid que mostró su peor cara desde la llegada de Zidane al banquillo y que duerme ya a ocho puntos del Barça.
A Zidane le tocó lidiar con todo a favor desde el principio. Ahora deberá demostrar cómo se desenvuelve cuando el Titanic empieza a hundirse. Al menos, ya sabe que Isco seguirá tocando pase lo que pase. Queda ver si recupera al resto... y si lo hace a tiempo.