Tristemente, la carrera de Ronaldinho al más alto nivel en Europa no duró demasiado. De los fogonazos en el PSG a un rendimiento sostenido en el Barcelona y de ahí a un retiro dorado en el Milan en poco más de un lustro.
Sin embargo, el brasileño supo señalar bien los días en los que brillar, para que los aficionados al fútbol nunca olvidemos su fútbol. Con los azulgranas, se estrenó por todo lo alto y en plan salvador ante el Sevilla en casa y la primera campaña dejó detalles de lo que estaba por venir con goles salvadores ante la Real Sociedad y actuaciones muy prometedoras como la del Bernabéu, cuando asistió a Xavi con un pase maravilloso para el 1-2 de los suyos.
La segunda temporada fue la de la vuelta del Barcelona a los títulos y la de encuentros memorables en Champions ante Milan y Chelsea con desigual suerte. La tercera, la más exitosa, comenzó con actuaciones como la del 0-3 del Bernabéu, probablemente su mejor partido de siempre.
Real Madrid (21) y Barcelona (22) llegaban casi empatados a la duodécima jornada de Liga y lo hacían con Osasuna (24) como sorprendente líder. El Barcelona había empatado varios partidos y el Real Madrid acumulaba ya a esas alturas cuatro derrotas, un signo que acabaría por adelantar lo que sería la campaña de los de Luxemburgo.
Aquel 19 de noviembre, con el liderato en juego, Ronaldinho decidió que quería quedar grabado para siempre en la historia del Fútbol Club Barcelona. Los azulgranas ganaron por 0-3 a un Real Madrid de los 'galácticos' que ya agonizaba y el brasileño jugó a su antojo, poniendo en pie el coliseo blanco para aplaudir su actuación.
En la primera mitad, fue Eto'o el que hizo el 0-1, pero antes tanto Messi como Ronaldinho habían podido hacer el primero. Con el Real Madrid sufriendo y volcado, el poderío de Ronaldinho acabó con los blancos tras la reanudación. Dos cabalgadas históricas, con regate incluido a una leyenda blanca como Sergio Ramos, hicieron las delicias de los 'culés' y acabaron por rendir al público blanco a la exhibición del brasileño, que se fue aplaudido de Chamartín.
El final de esa temporada es conocido, con el Real Madrid deambulando con López Caro en el banquillo y con el Barcelona ganando el doblete Liga-Champions en París. Sin saberlo, había comenzado el lento ocaso del rey.