Bajo los números legendarios de Lewandowski, tras la brisa fresca de Gnabry y después de un señalado 2-7 al Tottenham, en todo momento se había visto un Bayern errático, inestable. Un equipo viviendo del talento. En Frankfurt toda la verdad salió a la luz.
Con una bochornosa goleada, un 5-1 de los que escuece especialmente. Por histórico, pues hacía una década que nadie le hacía cinco tantos en Bundesliga, y porque duele sobremanera a los dos líderes del club, Rummenigge y Hoeness, a cuyo orgullo no le gustan un pelo estas situaciones.
Así que la victoria del Eintracht, gloriosa para ellos, fue un bofetón en todo el rostro de Niko Kovac, quien podría perder el puesto tras semejante oprobio, que no tuvo su génesis en un gol, sino en la roja a Boateng.
Aunque en un principio se había decretado penalti, el VAR lo corrigió a falta. Pero el Bayern tuvo que jugar con diez y sumó otra baja má a su ya de por sí castigada defensa.
A partir de ahí, el bombardeo. A los 25 minutos, Kostic inauguró el festival de los locales aprovechando en el segundo palo un tiro rebotado que cruzó con suspense.
El castigo se dobló ocho minutos merced al tanto de Sow, que dejó claro lo que iban a sufrir los bávaros en el choque. A pesar del espejismo de Lewandowski, cuyo golazo sirvió más para adornar sus legendarios números que para meter miedo.
Jugar con diez fue desangrando a un Bayern sin alma y sin reacción. Para colmo, Abraham puso el tercero en el marcador cuando apenas se había reanudado el choque. Desde entonces, el equipo de Kovac pidió el final del partido.
Pero el mal rato iba a seguir. En un córner, justo a la hora de juego, Hinteregger cabeceó en el área pequeña para subir los decibelios.
La vergüenza estaba consumada, pero quedaba subir un poco más los colores a cinco para el final, cuando Gonçalo Paciencia se sumó al festín aprovechando una maravillosa acción personal de André Silva.