El entrenamiento en la élite de cualquier disciplina deportiva busca maximizar el potencial del deportista. Para alcanzar este objetivo, la neurociencia está teniendo un papel destacado en la preparación física de alto rendimiento.
Ejercicios tan sorprendentes como cabecear el balón a ciegas, manejar dos balones simultáneamente o introducir crucigramas en mitad de circuitos físicos son comunes en este tipo de entrenamientos.
El objetivo principal se centra en la mejora de las capacidades del cerebro en cuanto a percepción de situaciones sobre el terreno de juego que mejoren y aumenten la toma de decisiones durante un partido.
La estimulación cerebral incide positivamente en la mejora postural, prevención de lesiones y correción de deficiencias técnicas, entre otras, que optimizarán el rendimiento del futbolista.
El entrenamiento cognitivo pretende sacar al deportista de su zona de confort con el objetivo que esté preparado para afrontar las diferentes e imprevisibles situaciones a las que se enfrentará en un terreno de juego.
Hay expertos que sostienen que las limitaciones que sufren algunos deportistas son mentales y no físicas. Al poner al cerebro a trabajar a pleno rendimiento y someterlo a situaciones desconocidas, el jugador toma riesgos y busca superarse.
El resultado último de este método es ayudar al futbolista a ampliar su registro de recursos a utilizar en situaciones competitivas. Es por ello que este entrenamiento es clave y muy útil en edades tempranas.
Sólo queda una pregunta por responder, si el entrenamiento cognitivo es una herramienta complementaria tan útil, ¿por qué sólo existe un Messi? Sencillo: el talento empieza donde el cerebro no llega.