Ha sido una oda al fútbol. Un partidazo de los que de verdad da gusto ver. Vimos más de media hora del mejor Liveprool, del que quizá sea ahora mismo el mejor equipo del planeta, pero también vimos sus sombras.
Porque el Liverpool ha demostrado una cosa esta noche en Anfield: no sabe contemporizar. Así de simple. En cuanto los 'reds' decidieron darle pausa al partido, el Salzburg se los comió. Pero vamos por partes.
Todo comenzó con un bonito gol de Mané, previa pared con Firmino, a los nueve minutos de juego. Fue el anticipo de lo que estaba por venir, un recital de fútbol, un vendaval de juego que dejó al Salzburg tocado y al borde del hundimiento.
El Liverpool hacía y deshacía. Dominaba el balón y maniató a su rival, que osó en los primeros minutos inquietar la meta de Adrián. Fueron, sin duda, los mejores momentos de los pupilos de Klopp, jugando al toque, queriendo meterse hasta la portería con el balón.
No tardó demasiado en caer el segundo gol. Llegó en cuanto se olvidaron de tocar y empezaron a correr de nuevo. En esta ocasión el protagonista fue Andy Robertson.
El lateral escocés inició la jugada, el balón acabó en la banda contraria y Alexander-Arnold se la puso al corazón del área para que su compañero del otro carril la empujase a gol.
Habían caído dos, pero podían haber sido muchos más. Porque los 'reds', habían encontrado en la velocidad de su juego el talón de Aquiles de su rival. La defensa del Salzburg no sabía cómo frenar los ataques del Liverpool, y no tardó en encajar un tercer gol.
Salah quería su tanto. Lo buscaba por activa y por pasiva, y por egoísta malogró más de una ocasión clara. Le acabó llegando la oportunidad de marcar, pero ni lo celebró.
Porque fue un gol de los que al egipcio no le gustan marcar, porque no fue el protagonista, solo el autor. Firmino remató de cabeza un centro lateral, Stankovic lo repelió y Salah lo cazó franco en el área para marcar a placer.
Y entonces, con 3-0 en el marcador, empezó otro partido. El del Liverpool confiado en seguir midiéndose a un rival vencido. Los 'reds' se relajaron, trataron de darle pausa al juego y, bueno, lo que ocurrió a continuación te sorprenderá (spoiler: no lo hará).
El Liverpool demostró que lo suyo es jugar a toda velocidad, sobre todo si enfrente tiene un equipo que también juega directo, vertical. Como tú.
El Salzburg, sin nada que perder, empezó a acercarse cada vez más al área de Adrián. Daka lo intentó, pero fue el surcoreano Hwang Hee-Chan el que logró, antes del descanso, recortar distancias para el Salzburg.
Bueno, ganaba 3-1 el Liverpool, ¿cómo iba a remontar el Salzburg? Pues aprovechándose de la misma actitud pasiva de los discípulos de Klopp en la segunda parte.
Me explico. El Liverpool volvió al terreno de juego con el mismo planteamiento, el del equipo que gana con una buena renta de goles y no quiere seguir corriendo.
Pero su rival sí quería correr. Y no le pesaban las piernas. Nada más comenzar Daka lo demostró yendo a presionar con convicción la cásica cesión al portero que nadie aprieta, y que por poco no puso en un brete a Adrián.
En el 56' se encendió la primera luz de alarma en el Liverpool, cuando Minamino, uno de los más activos en el ataque austriaco, logró batir al cancerbero español.
Acto seguido, Daka dejó su sitio a Haland, y este, aprovechando el desconcierto en el equipo rival, hizo el empate a tres. Y ahí sí. Ahí Klopp no pudo hacer otra cosa que reírse. Porque no podía creer lo que estaba sucediendo.
Se durmió en los laureles su equipo y dejó escapar una ventaja más que clara. ¡Bravo por el Salzburg, que nunca se rindió! Pero esto es como termina, no únicamente cómo se desarrolla.
Klopp metió cemento armado a su centro del campo y a un delantero más. Milner suplió a Henderson e hizo su tarea y la de un Wijnaldum que fue cambiado por Origi a continuación.
El Liverpool se olvidó de contemporizar, y puso el chip de ganar a toda costa, aunque fuera por un gol más que el rival. Volvió el asedio 'red', salpicado esta vez con peligrosos ataques del Salzburg.
Volvió el fútbol directo, sin pausas, el que hace que los partidos pasen volando, pero que a la vez se disfrutan el doble. Y la jugada le dio resultado.
En el 69', poco después de haber hecho esa doble permuta, apareció Firmino (quien si no) para asistir con la cabeza por encima de la defensa a Salah, haciendo este, ante la desesperada salida de Stankovic, el 4-3.
Un Salah que décimas de segundo antes se había dado por vencido al ver cómo la jugada no prosperaba, pero que demostró tener el don de la oportunidad, y unos reflejos felinos.
El Liverpool volvió a jugar con fuego tras el gol del egipcio, volvió a darle pausa al partido, pero el escenario ahora era distinto. Porque ahora sí, las fuerzas fallaban.
El Salzburg lo tuvo en su mano, tan cerca pero a la vez tan lejos... El Liverpool logró su primer triunfo en esta Champions en esta apoteósis de encuentro, poniendo al rojo vivo el grupo tras solo dos jornadas. El pase a octavos se va a vender muy caro en este cuadro.