El Fabril visitaba Málaga con un resultado favorable, pero peligroso, de 4-2, y se enfrentaba a El Palo en su casa, un auténtico fortín. Y es que el equipo malagueño llegó hasta los playoff demostrando una fortaleza envidiable como local. El Fabril descubrió por qué.
El encuentro fue una sucesión de jugadas al borde del reglamento y triquiñuelas que rozaban lo ilegal. El guardameta gallego sufrió un auténtico calvario cada vez que tenía que sacar de puerta, pues la línea de fondo se encuentra a medio metro de la afición rival.
El público jugó su baza. Más allá de incordiar al portero rival, introdujo de manera consciente y deliberada balones en el terreno de juego para cortar las jugadas de peligro rivales, y en la celebración del segundo gol invació el campo algún espectador.
Por no hablar de las agresiones de los propios jugadores a los rivales, alguna sancionada con roja directa, y con total merecimiento. El Palo planteó su remontada como un acoso y derribo a la moral rival, a base de subterfugios y juego al límite, y funcionó. Ganó por 2-0 y ascendió a Segunda B.
Tras dos temporadas en la categoría de bronce, descendió a Tercera la pasada campaña, y ésta lucha de nuevo por el ascenso.
Lamentablemente, El Palo ha vuelto a la actualidad deportiva, y no por su buena campaña. El pasado domingo, al término de un encuentro de su filial contra el del Alhaurín de la Torre, aplazado a esta fecha por el fallecimiento de un preparador físico del club visitante, dos jugadores de El Palo B presuntamente asestaron dos puñaladas a un futbolista rival, provocando su traslado inmediato al hospital y obligando a realizarle una operación a corazón abierto.