Méritos, justicia, ocasiones, mejor juego... todo ello se puede ir por el sumidero en un parpadeo del fútbol. O en dos, como ocurrió en Berlín. En el minuto 84, Alemania ponía una sonrisa en el triste libro de su Liga de las Naciones, Francia festejaba su teleclasificación, Holanda era un muñeco de trapo el día que se lo jugaba todo. Pero el fútbol, con su varita redonda en forma de balón, regaló a este nueva competición uno de sus primeros grandes milagros.
Sí, en cinco minutos la historia quedó revolucionada, metamorfoseada. Estallaban los de Koeman, se les abría la boca hasta el suelo a los franceses. Y era lícito que los alemanes se preguntaran si se había cerrado el grifo de esta generación.
El fútbol, al menos eso aparece sus libros sagrados, cuenta que lo que le hizo Holanda a Alemania es lo que los alemanes le han hecho durante décadas a equipos como el de los 'tulipanes'. Alguno recordó la frase célebre de Valdano sobre la creación de este deporte y quién solía ganar. Pero esta vez se invirtieron los términos.
La cuestión es que Holanda, que al inicio del encuentro contaba con bastantes papeletas para clasificarse junto a Suiza, Inglaterra y Portugal para la 'Final Four', lo hizo in extremis. Le pudo la presión, le liberó verse con todo perdido. Promes, en un tiro acelerado en el 85, y Van Dijk, vestido de delantero centro para los minutos finales, sellaron un capítulo glorioso para los de Koeman.
Antes del milagro final, Alemania, que acabó deshilachada por ver cómo un partido que debió ganar por goleada le dejó cara de tonto, fue la Alemania que todos tenemos en el imaginario. Salió a morder, mordió pronto gracias a Werner, volvió a asestar otro bocado y, si no llegó al sobresaliente, fue porque le faltó puntería para matar el encuentro.
Se subió a los lomos de un Sané veloz, chisposo y atrevido. Bailó en el área y hasta en la línea de fondo con un elástico regate. Marcó el segundo e intentó regalar varias veces el tercero. Hasta se trabó en la segunda mitad para haber hecho el tercero en una clara ocasión. No sonaba tan pecaminoso viendo la impotencia de Holanda ante Neuer.
Lo más destacado que hacían los de naranja era lesionarse. Se rompió Babel al límite del descanso y Dilrosun, que debutaba formalmente, también cayó en la segunda mitad.
Pero a cinco para el final llegó ese buen disparo de Promes, que también recordó que Neuer ya no es el que era, y la llama del milagro prendió.
Cargó Holanda antes y después de que Alemania fallara el tercero por enésima vez, y Van Dijk encendió los corazones de Holanda. También para mandar al sillón de pensar a una Alemania que hizo el ridículo en el Mundial y también en la Liga de las Naciones.