Cuando a McGowan se le cruzaron los cables y terminó escupiendo a un guarda de seguridad en la fiesta de fin de temporada del Dundee, inmediatamente supo que sus actos tendrían consecuencias.
Fue su quinto encontronazo con la ley, y eso provocó la rocambolesca situación que le está tocando vivir actualmente. Está en libertad condicional, vigilada, y sometido a un toque de queda.
Pero eso no es incompatible con jugar de forma profesional al fútbol. Sí, ha de llevar una tobillera electrónica para estar permanentemente localizado por las autoridades, y el toque de queda le impide jugar entre semana o de noche. Pero cuando puede, juega.
Así, en la primera jornada de la temporada 2018-19 de la Premiership escocesa, Paul McGowan fue titular en el campo del St. Miren, encuentro que terminó 2-1 para los locales, y con él lanzado a la fama por lo poco habitual de su situación.
8 de agosto de 2018
El fútbol escocés, más allá del Celtic (y, por historia, el Rangers), es bastante diferente a lo que estamos acostumbrados. Incluso en la élite hay un aura de amateurismo que lo hace especial.
Este episodio es uno más del siempre particular fútbol escocés, o quizá el que termine de definir, para los profanos, lo que es el deporte rey en la lejana Escocia. Y ha llevado a no pocos a preguntarse qué ocurrirá en las divisiones inferiores, si esto ocurre en la máxima categoría.