El gigante de Praga dominó las alturas del fútbol europeo durante años. Pasó por numerosos equipos, estuvo en tres Eurocopas y en un Mundial, y se ganó el cariño del mundo del fútbol a base de goles y simpatía.
Con 2,02 de altura y 104 kilos, su apariencia conectaba más con la NBA, pero su pasión por el fútbol le llevó a cambiar del deporte al que parecía destinado su físico.
Empezó como portero, pero acabó siendo un goleador de época, el máximo histórico de una República Checa que aún le añora. En Dortmund conquistó una Bundesliga y perdió la UEFA en la final ante el PSV, pese a marcar un golazo de volea que siempre ha considerado el mejor de su carrera.
Anderlecht, Mónaco, Krylia o Cannes fueron algunos de los equipos en los que el gigantón checo también dejó huella. Con su Selección, rozó la gloria en Portugal, pero se tuvo que conformar con el tercer puesto, pese a ser la gran favorita a alzarse con el título. Una generación histórica para la República Checa, con jugadores de la talla de Rosicky, Nedved, Poborsky o Berger.