Los mapas políticos, físicos y futbolísticos son bien distintos, por mucho que analicen o representen el mismo terreno. Que se lo digan a Luxemburgo, con tanto peso en el primero de ellos como poco en los dos siguientes.
El F91 Dudelange, equipo señero del fútbol luxemburgués, tiene en su mano volver a disputar la segunda competición más importante de la UEFA, tras ser el pasado curso el primer equipo de su país en llegar a una fase final. Para ello, deberá saber gestionar el 3-1 a favor que lleva de la ida a Estonia, donde le espera el Nomme Kalju.
Su pasada experiencia no fue demasiado buena en lo que a puntos se refiere, pero rompió un hielo para el fútbol de su país. E incluso se llegó a poner en ventaja (1-2) en San Siro ante el Milan y le arrancó un empate a cero al Betis.
El Gran Ducado de Luxemburgo seguro que estará apoyando a más de 2.000 kilómetros de distancia a los suyos, orgulloso de un equipo que, lejos de los resultados, ha abierto un camino de esperanza a sus compatriotas.
Estos ya festejaron el año pasado aquella clasificación histórica, pero no se conforman con estar en el mapa. Quiere tener colores relevantes. Y el Dudelange sabe que, para ello, debe convertir en rutina lo que un día fue una gesta épica.