Se enfrentaban el Zwolle y el Feyenoord, y los locales ganaban por 2-1. En la jugada que debía ser el 3-1, ocurrió lo impensable.
Se plantó sólo ante Vermeer su compañero Menig, quien picó sutilmente el balón, buscando cerrar el partido con un bonito gol de vaselina. Pero se encontró con el larguero.
La hinchada local no se pudo creer lo que sucedió a continuación. Bueno, ni los aficionados ni los otros diez jugadores del Zwolle, ni siquiera los del Feyenoord.
Kingsley Ehizibue estaba solo, pero completamente solo. Sólo él y el balón. No tenía más que tocarlo un poco, porque iba a botar sobre la línea de gol, y marcaría la sentencia para su equipo. Pero no era su día.
Cabeceó al aire. Así, como lo leen. Ocurrió lo impensable.
Por suerte para el Zwolle, Kingsley Ehizibue se redimió unos minutos después y anotó el tercer tanto para su equipo en el descuento. Su fallo quedó como una anécdota y no con la pifia que le costó dos o tres punto al Zwolle.