El fútbol inglés lleva unos años siendo admirado en la isla, pero convirtiéndose en el hazmerreir en competición europea. Este año están cambiando las tornas, pero un equipo se resiste a dejar de hacer el ridículo.
Es el Everton, un club que ha realizado una fortísima inversión para pelear con los grandes en casa y lograr ilusionar en Europa, pero que no está logrando ni lo uno, ni lo otro.
Ante el Lyon, los 'toffees' tenían su verdadera prueba de fuego. Ante su público, obligados a no fallar. Y a los cinco minutos, penalti en contra y gol de Nabil Fekir.
Con esa presentación comenzó el partido. Un partido, sin embargo, de alternativas, sin un dominador claro. Los dos equipos pusieron a prueba al arquero rival, pero ninguno estuvo especialmente acertado, no así Pickford y Lopes.
Tras el descanso, Koeman sentó a Klaassen, y dio entrada a Lookman, pero ni así. Sigurdsson fue el siguiente en entrar, por Schneiderlin, para dar profundidad al juego del Everton, y por último Sandro reemplazó a Mirallas.
Y llegó el gol del empate. Obra de Williams, asistido por el islandés Sigurdsson. La alegría volvió a las gradas de Goodison Park, pero fue un espejismo.
Bertrand Traoré, en el minuto 76, menos de 10 después del gol del Everton, volvía a poner al Lyon por delante, un duro mazazo del que el cuadro local no se recuperó.
Llegados al ecuador de la fase de grupos, el Everton es colista, por detrás incluso del Apollon de Limassol, sumando sólo un punto fruto de un empate con los chipriotas. Los dieciseisavos se antojan harto complicados.