A pesar del error de Luis Hernández y algún despiste defensivo, el Málaga cumplió con su deber y cuajó un buen encuentro ante un Madrid que ha sido casi inabarcable esta temporada.
Mientras el Barcelona sufría lo indecible para superar al Éibar, el conjunto de Míchel bordeó el empate tras el tempranero gol de Cristiano Ronaldo.
Si el Madrid ganó 0-2, fue por méritos propios y por un segundo gol que no debió subir al marcador por fuera de juego de Benzema.
Míchel defendió el papel de sus hombres, y con razón, pues el Málaga dio continuidad al buen trabajo hecho durante las últimas jornadas.
No hubo gol ni tampoco milagro obrado por Sandro, el hombre que ahora concentrará todas las miras por su futuro.
El malaguismo, pasado el trago de ver a su equipo puesto bajo la lupa y sometido a sospecha, sueña con lo que viene. Míchel tiene culpa de ello.