Era un proyecto de gran delantero, pero nunca acabó de cuajar en Londres. Llegó como una de las grandes promesas de comienzos de la pasada década al Arsenal como apuesta personal de Wenger, pero no pudo cuajar.
Criado en la cantera del Copenhague y fichado con apenas 16 años por 250.000 euros, pronto se vio que la elegancia en el terreno de juego de Bendtner no se veía correspondida con un buen olfato goleador.
Posteriores cesiones a Birmingham o Sunderland así lo confirmarían, como también pondrían de manifiesto que ese aparente buen hacer tampoco se veía correspondido fuera del terreno de juego.
Su díscola vida extradeportiva alcanzó el punto culminante cuando inició una relación con la baronesa Caroline Iuel-Brockdorff, de la familia real danesa, con quien tuvo un hijo. El cariñoso apelativo que se ganó en las redes sociales, 'Lord', pronto se convirtió en realidad, pero en el terreno de juego sus goles seguían sin llegar y la paciencia 'gunner' se acababa.
Bastante tiempo después de una cacareada pelea con Adebayor, acabó poniendo rumbo hacia la Juventus, donde pudo saborear las mieles de un fútbol italiano en el que tampoco triunfó.
Problemas con el alcoholímetro y con la publicidad al margen -fue multado por enseñar la marca de los calzoncillos con su selección-, su siguiente estancia fuera de Inglaterra, en el Wolfsburgo, tampoco fue nada próspera para él.
Ya nadie creía en sus cualidades y, tras medio año sin equipo, acabó regresando a Inglaterra para jugar en el Nottingham Forest. Ahora se gana la vida en el Rosenborg, con el que poco a poco parece que deja ver parte de la calidad que un día le llevó a estar colocado en la terna de los posibles sucesores de Ibrahimovic. Y nunca será Zlatan, pero todo el mundo le recordará siempre como 'Lord' Bendtner.