La vida pasa a veces muy deprisa y sin casi esperarlo, uno deja de ser un niño. De un día para otro, sin avisar, el destino te obliga a madurar. En esas anda Kylian Mbappé, que hace dos años estaba jugando un partido con la Sub 19 de Francia ante Croacia y hoy se batía el cobre ante ese mismo rival para conquistar su primera Copa del Mundo.
Con apenas 19 años, sus dos últimos han sido una alocada montaña rusa. La reventó en el Mónaco, aguantó la presión que supone ser la nueva niña bonita en el mundo del fútbol, que le vistieran de heredero y que le aparecieran cantidades mareantes en su cuenta corriente.
Le tocó madurar de golpe, hasta el punto de convertirse en el tercer jugador más joven de la historia en disputar una final y el segundo en marcar en ella. Hasta ahora, sólo Pelé había logrado tal hazaña. Hace demasiado tiempo, en otro fútbol que se jugaba en blanco y negro.
De la ilusión infantil de jugar para las inferiores de tu país a coserle la segunda estrella en el pecho. Así concluye el cuento de Mbappé de estos dos últimos años. Más de 700 días de locura, fútbol, portadas y estrellato. De ser la promesa del Mónaco a la estrella del PSG. De jugar en la Sub 19 a portar el '10' de la Selección Francesa. El de Platini, de Zidane...
El mejor joven del Mundial de Rusia es ya uno de los aspirantes al Balón de Oro y el talento con mayor proyección del planeta. Lo ha confirmado donde sólo lo hicieron los más grandes, en un Mundial. En Moscú, el futuro se ha convertido en presente, y el presente contempla un futuro incomparable. Quién se lo iba a decir hace dos años en aquel partido ante Croacia con la Sub 19...