En cualquier reto u objetivo que nos ponemos en la vida, parece claro que, primero, deberá haber esfuerzo y trabajo. Y luego, y no siempre, llegarán los frutos. Solo así, con esa promesa al final del camino, se anda la ruta con ilusión, tesón e interés.
Celta y Atlético se desmarcaron de esta máxima en Balaídos. Dejaron un partido con más sudor que fútbol, con más intensidad que juego. Y gran parte de culpa la tuvieron los tempraneros goles, cada uno en una parte, que parecían saciar demasiado pronto a sus protagonistas.
El caso 'colchonero' fue aún más notorio porque se adelantó en el primer minuto de juego. Correa, que deberá pedir ayuda hasta para cenar después de otro festival de desfonde, asistió a Morata para que este, en el área chica, recogiese el fruto sin apenas haber pensando qué semilla iba a sembrar.
Lejos de emplear el gol como sello de confianza y seguridad, el Atleti dio un paso atrás. Tiró de gestión y eficacia para el primer tiempo, con la salvedad de un remate alto de Savic en el 12', ante un Celta que, al no tener nada, no tuvo reparo en irse en busca del empate.
No es que los vigueses disfrutasen de un ramillete de ocasiones. De hecho, los ¡uy! locales solo vinieron con dos disparos desde fuera del área de Brais Méndez. Pero al menos buscó el área rival y daba la sensación de intentarlo.
Marcos Llorente y Correa sí siguieron derramando sudor sobre el verde antes del descanso. De hecho, una internada del español le dejó un buen balón al argentino, que, molestado, no logró rematar en el área.
El descanso fue el final de un choque en el que el ritmo solo hacía disminuir. Pero la reanudación intercambió los papeles con el tanto de Fran Beltrán.
Mismo guion, distinto actor
Apenas cuatro minutos se llevaban jugados del segundo tiempo cuando llegó el híbrido de Beltrán. Híbrido porque para unos fue un golazo y, para otros, un bonito golpe de suerte. Dejémoslo en un precioso final por la escuadra para un remate de dudosa voluntad.
El del Celta empaló de primeras en el área un envío de Brais con un extraño efecto que acabó superando a un incrédulo Oblak. 1-1, otro premio antes del mérito y vuelta a empezar.
No se recordarán los segundos 45 minutos en las redes sociales de dentro de 50 años. Un juego simplón, predecible, sin brillo y lento reinó en el paso de los minutos, en un choque que careció de dominador claro. Aunque ambos equipos, en ocasiones aisladas, pudieron llevarse un botín mayor.
Antes del carrusel de cambios, Mina hizo trabajar a Oblak y Giménez, tras hacer falta, remató al larguero. Poco más que contar en las áreas a excepción de dos revisiones de VAR, una en cada área, que pusieron tensión a la recta final. Pero ni la posible mano del Atleti ni la de Murillo, que tenía el brazo apoyado en el suelo fueron suficientes para pitar penalti.
La lesión de Rubén, que fue reemplazado por Iván Villar, y la parada de este a disparo de Lemar dieron paso al añadido de siete minutos con menos cosas que reseñar que se recuerde en la Liga.
El punto deja al Celta con siete de colchón con el Mallorca y el descenso, mientras que el empate afianza al Atlético en la tercera plaza, aunque el Sevilla ya le ve a tres unidades desde la cuarta.