La jugada es clásica. Internada hasta línea de fondo, pase raso al corazón del área pequeña y que sea lo que tenga que ser. A ver si un rebote o algo nos la deja a punto para meter la bota y marcar.
Una jugada típica para la que hay que tener mucha fe. Y los del Obolon tuvieron, y cuánta. El balón cayó rechazado dentro del área pequeña, a los pies de un defensor.
Y coge el compadre y en lugar de reventarla hacia la banda, despeja hacia línea de fondo, marcando un golado con rosca ajustado al palo.
Teniendo tantas opciones (sacarla del estadio o incluso no tocarla para que su portero, desde el suelo, la atrapara), ¿por qué hizo eso? La sospecha del amaño planea sobre este partido.